martes, 30 de junio de 2015
lunes, 29 de junio de 2015
¿El Día del Trabajador en un mundo fragmentado y sometido por la dictadura global?
Desde hace tiempo se asocian en nuestro país las palabras
“feriado” y “largo”. A tal punto esta asociación ha sido algo reiterado que
muchos consideran que si no es largo, el feriado no es feriado. Por ello, el 1º de Mayo – más que nada para la minoría privilegiada de los turistas del fin de semana- , será tan solo un día más. Esta pérdida de
contenido sería otra devaluación del
alicaído Ser Nacional que ya está – aparentemente – confinado a la Máscara de
Hierro por la monarquía absoluta de la globalización.
¿Dejó de ser importante el Día del Trabajador? Si esto es
así, las ideas de organización, movilización popular y solidaridad que lo nutren, habrían perdido una
importantisima parte de su contenido revolucionario como herramientas para
hacer efectiva la Justicia Social en todo el planeta.
El Día del Trabajo llegó a ser en nuestro país, al amparo del
gran movimiento político, social y
cultural que nació el 17 de Octubre de 1945, sinónimo de humanidad: “Sólo
existe una clase de hombres, los que trabajan”.
En una sociedad fragmentada por reclamos sociales y
culturales, por el choque de las civilizaciones, por la dictadura omnipotente
de las empresas globales, el futuro es altamente incierto, más cuando las ideas
de organización, movilización y solidaridad han perdido sentido y respeto.
Conmemorar el 1º de Mayo es recordar a los mártires que lucharon para equilibrar el reparto de
los bienes y servicios producidos por la conjunción del trabajo y el capital, que
sólo es posible con el ojo atento y el oído despierto de las manos que
trabajan.
La Luna Secuestrada: Un Cuento para mis nietos
Hace mucho tiempo las tierras de
Longchamps estaban cubiertas de ciénagas
muy peligrosas pues los trasgos, los fantasmas y todo tipo de horrores
que vivían en ellas salían en las noches negras, cuando no brilla
la Luna.
La poca gente que vivía en estos
pagos, cuando tenía que cruzarlas por el caminito angosto rodeado de arenas
movedizas y pozos sin fin, se despedía de sus amigos y parientes como si nunca
jamás volviera a verlos.
Irak: Esos frágiles Terminators
Steve McQueen – aquél fabuloso actor que supo ser discípulo
y amigo de Bruce Lee – antes de ser una estrella del cine y del teatro fue –
durante tres intensos años – un Marine, es decir, un miembro del célebre cuerpo
militar norteamericano que tiene como lema la clásica promesa latina: “Semper
Fidelis”.
Todavía recuerdo aquella noche de verano en la cual –
junto a mi viejo, durante la trasnoche, y con las ventanas abiertas a la brisa
suave y el aire puro de Longchamps, paraje que no conocía a los modernos
desconocidos de siempre – vimos por
primera vez la apasionante “El Cañonero del Yangtze”, película que termina con
el héroe – Steve, el parco Randall el Justiciero – muerto al final de un
interminable y oscuro pasillo de lo que podría ser considerado un templo
perdido e invadido por un ejército invisible de chinos agresivos, incapaces de
mantener una relación amistosa con los Estados Unidos, país siempre dispuesto,
desde 1775, a enviar a sus fabulosos infantes de marina para establecer la
democracia y la economía del mercado en todos los confines de la tierra.
domingo, 28 de junio de 2015
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