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viernes, 26 de junio de 2015

El Cambalache Gorila, las elecciones presidenciales y La Sombra de Braden

Mucho se ha escrito – y se seguirá escribiendo – sobre el más grande de los escritores de Letras de Tango en la Argentina, Enrique Santos Discépolo.
Equivocadamente, se suele decir que hay en el fabuloso autor de “Tormenta”, un tránsito desde el anarquismo hasta el peronismo.
Como lo demuestro categóricamente en “El Tango: Técnica de Resistencia Pasiva del Espíritu Nacional. Ideología de la Resistencia. Las Letras de Enrique Santos Discépolo” (Monografía presentada ante la Cátedra de Antropología Filosófica de la Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires, 1974, Inédita), en el contenido de sus canciones podemos encontrar muchos de los Cultemas que se explicitan en el Corpus Doctinario del Justicialismo: “Doctrina Revolucionaria”, “Conducción Política”, “La Comunidad Organizada”, “Las 20 Verdades”, “La Fuerza es el Derecho de las Bestias” , “La Hora de los Pueblos” y en un número impresionante de discursos y fundamentos de leyes y decretos nacionales y provinciales y ordenanzas municipales promulgados durante los gobiernos peronistas.
Milagrosamente, en el “Modelo Argentino para el Proyecto Nacional” (Perón, 1974), sigue escuchándose la voz y los argumentos del “gilito embanderado” que nunca quiso aceptar que “la razón la tiene el de más guita”.
Esta presencia de Cultemas discepoleanos en las obras de Perón están reconocidas por una frase del Líder, que todos los argentinos deberíamos recordar para ser mejores ciudadanos: “Mi único mérito es haber interpretado al Pueblo Argentino”.

Discépolo, Manzi, Scalabrini, Jauretche, Arlt, Marechal, Tormo, Castillo, entre otros, también lo hicieron – en su medida y armoniosamente – y como interpretaron al mismo Sujeto Histórico, deben ser considerados “pre-peronistas”, adelantados doctrinarios.
Como lo hicieron millones de argentinos en sus charlas y reflexiones cotidianas a lo largo y ancho del territorio nacional desde que comenzamos a pensarnos como una patria libre, justa y soberana.
Es un error conceptual hablar de “aportes de distintos partidos políticos e ideologías” como fundamentos del Movimiento Nacional expresado en la Plaza del Encuentro el 17 de Octubre de 1945 y ratificado en las primeras elecciones democráticas y populares que se realizaron en nuestro país, el 24 de Febrero de 1946, en la primera de las fechas del calendario litúrgico peronista que millones de argentinos siguen recordando sacramentalmente.
Aquellos pioneros argentinos – todos ellos “hombres que estaban solos y esperaban” – buscaron respuestas y soluciones en distintas estructuras partidarias ineficaces para sintetizar al Espíritu Nacional.
Si hubiera habido un Intérprete, habría existido la Organización que pudiera contener esos matices exquisitos de nuestra cultura e identidad, tan rica y poderosa - y peligrosa -, para quienes sólo aceptan la importación acrítica de creaciones foráneas.
Perón fue el Gran Cantero en el cual cada una de esas semillas aisladas floreció.
Por eso Enrique asumió violentamente su militancia cultural – podemos llamarlo el Primer Militante Cultural Peronista asesinado por el odio antiperonista – y le dijo adiós al tango con las dos solitarias letras del “Choclo” y “Cafetín de Buenos Aires”, durante el último lustro de su vida.
No somos pocos los que aseguramos que el Pueblo dejó de cantar los tangos para cantar La Marcha.
Aquél viejo “Cambalache”(Febrero de 1935) – y sin vigencia durante los primeros gobiernos peronistas y que recuperó su maldita actualidad con cada una de las dictaduras militares o los gobiernos ineficaces de los demócratas “formales” – sólo quedó encarnado en los malvados “mordisquitos”, que son “el lugar de la contradicción”: Soy antiperonista pero me jubilo, estoy contra la Fiesta pero me hago la casa propia, estoy contra la burocracia sindical pero pido paritarias y me atiendo en la obra social, defiendo la Industria Nacional pero cierro la empresa de mis abuelos y traigo contenedores desde Taiwan, no quiero pagar peajes pero me gusta viajar con los dos automóviles que compré con el Plan Canje, rechazo las privatizaciones pero extraño el asadito en Segba,  añoro las líneas telefónicas truchas que colocaba de contrabando, conozco y canto las letras de Discepolín de memoria pero nunca digo nada de sus charlas radiales, estoy contra la racionalización estatal porque dejo de llevarme unas resmitas a casa,  etc. etc.
Ese es el Cambalache antiperonista, el lugar de la contradicción, el cuerpo y el alma donde conviven El Santo de la Espada y el mafioso de poca monta rosarino, individuos a los que he dedicado otro artículo de esta columna, “Los Orcos Argentinos aman a Frodo”.
En estos meses se abre un nuevo año de la memoria peronista y según los primeros movimientos internos, las elecciones presidendiales del 2015 serán un trámite para confirmar la preferencia popular por quienes tienen mayor y mejor capacidad de gestión.
La mayoría justicialista está solamente amenazada por la Sombra de Braden, agazapada en los rincones de la cocina estrecha de la llamada "cambiemos" y sus patéticas rosquitas provinciales de globitos y saltitos histéricos.


 Guillermo Compte Cathcart

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