El domingo 9 de Enero de 2005, en la página 13 de la
revista VIVA, en las dos columnas dedicadas al “Programa de Domingo” – en este
número se recomienda a la ciudad de Baradero – podemos leer una frase ubicada
en el primer párrafo: “El 4 de Febrero de 1856, diez familias suizas se
establecieron en el lugar y conformaron la primera colonia agrícola del país”.
Sabido es que todos los pueblos tienen algo que los
enorgullece y que suele ser usado como cultema de Identidad, algo ponderable en
esta era global en la cual el desarraigo aumenta la cantidad de habitantes de
un universo ajeno, pasajeros del ningún lugar de las terminales o los
aeropuertos o adictos irrecuperables al control remoto, gentes que nunca saben
de dónde vienen o hacia dónde van.
Así encontramos los que conmemoran un zapallo de media
tonelada de peso cosechado en un año indeterminado, al fabuloso Hombre de los
Árboles, al Jinete sin Cabeza o al sapo gigante de la Laguna de San Vicente.
Los suizos habrán llegado en ese año y a ese lugar –
no me consta – pero no fueron la “primera colonia agrícola del país”.
Tal vez, de esta corrección, surjan otras y nos
enteremos que otros reivindican ese ultema como propio y así, sin mayores
pretensiones, entre todos, recuperemos la verdadera historia de los inmigrantes
y sus sacrificios en estos pagos australes.
En 1824 los hermanos John y William Parish Robertson
elevaron un proyecto al Gobernador y Capitán General de la Provincia de Buenos
Aires, Don Bernardino Rivadavia, “para introducir en la Provincia una colonia
de súbditos británicos”, pues “es innegable que no hay parte del mundo en que
más falta hace el poblar (entendiendo que sean hombres industriosos,
inteligentes y morales) y no hay país que ofrezca mayores facilidades y más
grandes ventajas para la introducción e incorporación de una gran masa de
población extranjera”.
Los Robertson pedían “herramientas y otros útiles”,
que “las personas más respetables entre los colonos, ejercerán sobre los demás
la magistratura local”, “que a los colonos se les permitirá ejercer con
libertad completa la religión protestante” y “que formarán entre ellos un
cuerpo de milicia”.
Rivadavia firmó el 11 de Marzo de 1824 el decreto que
dice: “Se acepta la anterior propuesta en todas sus partes, en los nueve
artículos que contiene. Si conviene a los interesados pueden proceder a la
inmediata realización del contrato; sino, que indiquen cuando creen será el
tiempo oportuno”.
El terreno que destino Rivadavia para la colonia medía
más o menos 6500 hectáreas – imaginemos un rectángulo de 20 km por 32,5 km en
el cual hoy florecen las localidades de Turdera, Llavallol, Luis Guillón y
Monte Grande – y formaban parte de la estancia Santa Catalina.
La entrada de la colonia estaba a poco más de 20
cuadras al Sudoeste de la estación de Llavallol, en lo que hoy es el cruce del
Camino de Cintura y La Colorada, donde se encuentran los actuales partidos de
Lomas de Zamora, Esteban Echeverría y Almirante Brown.
El 11 de Agosto de 1825 llegaron los colonos en la
fragata “The Simmetry of Scarboro”: 43 parejas, 42 hombres solteros, 14 mujeres
solteras y 78 niños; 220 personas en total.
Ocho estancieros, diez carpinteros, nueve albañiles,
dos herreros, tres agrimensores, un arquitecto, un pintor, un médico, tres
escribientes dependientes comerciales, tres serruchadores, un alguacil, dos
pintores, una gobernanta, un canastero, un zapatero, un tonelero, un domador de
caballos, un matarife y cincuenta peones y sirvientes.
Todos estos datos pueden obtenerse en el libro de
Cecilia Grierson “Primera y Única Colonia Formada por Escoceses en La
Argentina”.
Algunos sonríen cuando llamo a este emprendimiento “el
comienzo formal de la Tercer Invasión Británica” pero – más allá de ser el
tataranieto de James Cathcart, uno de los agrimensores que llegaron en el
Simmetry y uno de los colonos – puedo hacer un correcto análisis del contenido
de los textos, que hablan por sí solos.
Lamentablemente, en Baradero, parece que le dan
importancia a aquellos inmigrantes suizos mientras que en nuestra región, la de
Monte Grande, es una colonia olvidada.
Guillermo
Compte Cathcart
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