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miércoles, 10 de junio de 2015

El Egoísmo en los trabajos académicos


Una frase inolvidable puede ser el comienzo de otra historia, el primer movimiento que desencadena una infinita serie de fichas de dominó que traspasan a otras esa energía que en ellas desfallece construyendo ese efecto desolador, pero a la vez magnífico, que solemos presenciar quienes nos hemos acostumbrado a ser espectadores del tránsito de las generaciones que apenas dejan de sí el simple rastro de un epitafio incompleto.
Esa frase, como hemos dicho y seguiremos diciendo, es considerada por nosotros un “cultema”, un gen de cultura, una unidad mínima de transmisión cultural, un reproductor que ansía producir copias numerosas, fieles y longevas de sí mismo: si es repetida muchas veces, sin cambios sustanciales y a lo largo de muchos años, habrá cumplido la principal misión de un reproductor egoísta...Alcanzar la eternidad relativa que puede otorgar la cultura humana bajo el rótulo de “clásico”.
Supongamos un autor “X” que menciona la obra “S” de otro autor, “Y”, al que considera preocupado por sus mismos desvelos y por ello, cercano a su propio objeto de estudio, pero que no cita varios ejemplos que explícitamente figuran en “S” y que podrían fundamentar mejor o más ampliamente sus textos. Este “olvido” es una de las causas por las cuales insistimos en “cazar cultemas” que no figuran en los índices y que sólo pueden ser rescatados del oscuros territorios de la no mirada por un lector atento.

Parece ser que esta forma “incompleta” de seleccionar las fuentes de los trabajos académicos se debe a la propia naturaleza egoísta de los cultemas que guían nuestra investigación y nos someten a sus propios parámetros de reproducción: aquello que no convenga directamente a sus fines debe ser dejado de lado, porque lo único prioritario es el objetivo inicial propuesto para poner en marcha la fabulosa maquinaria de nuestro cerebro y no podemos perder el tiempo.
Viajando por el Index del libro de Michael McCormick Origins of the European Economy. Communications and Comerse AD 300-900 (Cambridge University Press, 2001) me sentí confundido respecto a la palabra “Antikyra”: ¿Es el nombre de una persona o el de un lugar?, me dije con la voz baja con la que solemos hablarnos a nosotros mismos cuando la duda se instala en nuestro pensamiento. Fui a la página 533 y comprobé que es el nombre de una bahía. Lo asombroso de esta rápida visita buscando a lo largo del texto de esa página este término que no podía “encasillar” me permitió cazar un cultema interesante que aparentemente se le escapó a otro autor que en su libro menciona la obra de McCormick.
El cultema en cuestión es: “Ocasiona poca sorpresa que una de las primeras edificaciones levantadas en el monasterio de Hosios Loukas fue una hostería para viajeros” y figura casi al final de la página 533. Al término de la frase hay una llamada a una nota al pié de la página que remite a Vita Lucae iunioris, 81, p. 209: Oikonomides 1992a, 254.
Como la temática asociada con la palabra “hospedaje” y sus muchos sinónimos existenciales a lo largo de la historia del Mediterráneo ha sido el “cultema” dominante en las búsquedas de otra investigadora volví al Index de McCormick para ver cuántas entradas tenía esa palabra.
“Hostels” figura mencionado en las páginas 137, 398, 533, 631.
“Ellos eran recibidos en la hostería del muy glorioso emperador Carlos, donde, dice Bernard – Itinerarium, ed. T. Tobler y A. Molinier, Itinera hierosolymitana 1.2 (Geneva , 1880) – todos los hablantes de las lenguas romances eran bienvenidos. Además, agrega el monje, está la iglesia de la Virgen al lado de la hostería, la hermosa biblia que Carlomagno obsequió a la iglesia y el mercado que sostiene al establecimiento” (137)
Olivia Remie Constable – otra de las investigadoras que hemos usado como fuente para nuestro trabajo – autora del hermoso Housing the Stranger in the Mediterranean World. Lodging, Trade, and Travel in Late Antiquity and the Middle Ages (Cambridge University Press, 2003) nos enseña en un largo párrafo que cabalga entre las páginas 2 y 3 de su escrito que:
“La continuidad del funduq (más o menos un sinónimo musulmán de “hospedaje”) y sus primos en el mundo mediterráneo no sólo indica la importancia de estas particulares instituciones sino que también habla de la naturaleza de su entorno.  Desde su primera historia el Mediterráneo ha sido el territorio de viajeros – comerciantes,  guerreros, peregrinos, navegantes, embajadores y vagabundos – moviéndose por el mar y la tierra de una región a la otra. A pesar de períodos de gran estancamiento, recientes trabajos han revelado la gran cantidad de movimientos y comunicaciones a través y alrededor del Mediterráneo (Y aquí cita el libro de McCormick)”.
Perlitas como esta justifican nuestro esfuerzo: mostrar casos muy particulares, personalizados, de ese fabuloso rompecabezas que es la evolución del Imperio Romano.
Este ejemplo muestra cómo una autora preocupada por una determinada institución “las fondas” para decirlo en forma rápida menciona una obra fundamental que no llegó a leer frase por frase o que leyó muy por arriba o sin la debida atención.
Esa edificación en ese monasterio podría muy bien haber sido un excelente ejemplo en su muy riguroso – pero incompleto y no tan rico – esfuerzo académico personal.


Guillermo Compte Cathcart

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