Reina Victoria |
Introducción
por
Martín Daunton
(Profesor
de Historia Económica en la Universidad de Cambridge, Maestro en Trinity Hall y
Presidente de la Sociedad Histórica Real. Sus publicaciones más recientes son:
Confiando en el Leviatán: La Política de Impuestos en Gran Bretaña, 1799-1914
(2001) y Sólo Impuestos: La Política de Taxación en Gran Bretaña, 1914-1979
(2002) )
“Yo soy el amo de esta universidad
/ y lo que yo no sé no es conocimiento”. La burla contra Benjamín
Jowett, el Maestro del Balliol College, expresa una simple y altamente
personalizada definición de conocimiento y de lo que - según él - debe ser
conocido. En realidad, el término “conocimiento” tiene una multiplicidad de
significados con confusas relaciones. De hecho, nosotros realmente debemos usar
el plural "conocimientos" y
seguir la definición de Michael Bentley:
'los paradigmas de lo que era y lo que no era conocimiento valioso' (Para una apreciación global interesante del
período moderno temprano que establece
una agenda para el siglo dieciocho, ver
P. Burke, A Social History of Knowledge
from Gutenberg to Diderot - Cambridge, 2000 - Él considera cómo el conocimiento fue
profesado, establecido, localizado,
controlado, vendido, adquirido y
protegido o desprotegido. Yo agradezco a
Peter Burke sus comentarios a la conferencia en Cambridge en 2002, los que han
ayudado a formar mi pensamiento). Estos paradigmas se disputaron en cualquier
momento y cambiaron en el período victoriano, con cambios que dependían de
quién hacía la definicón, por qué medios, y con qué criterio. La afirmación del
conocimiento que se tiene es una declaración de autoridad, una manera de tratar
la pregunta: “Qué conoce Ud. y cómo lo conoce?”. Ella también envuelve las
cuestiones: “Porqué quiere Ud. conocerlo? y, qué desea Ud. hacer con él?”. El
conocimiento puede ser instrumental, una
credencial diseñada para afianzar una posición,
tanto un clérigo anglicano con una comprensión básica de los clásicos o como un alto funcionario capaz de pasar los
exámenes competitivos para la entrada
que eficazmente excluye a cualquiera sin una forma muy específica de educación. Igualmente, el
conocimiento podría ser un medio de entender la voluntad de Dios; de afianzar
una ventaja comercial; o imponer el poder imperial.
El conocimiento puede ser arcano y esotérico: la habilidad de comprender las mecánicas
cuánticas, los puntos más finos del
razonamiento legal, los métodos
abstrusos de la macroeconomía, o, para
esa materia, las finuras de la
precedencia social y los rituales del ceremonial. Tal conocimiento esotérico
está cerrado para los no iniciados por sus complejidades técnicas, la aptitud necesaria para el estudio largo pero
también por los límites sociales establecidos por las comunidades del
conocimiento. Jowett, como el Maestro de Balliol, tenía el estado de su
grado y posición para establecer su
autoridad como un hombre de enseñanza y
conocimiento. Pero era un tipo particular de autoridad, autenticado de una manera muy específica: su
conocimiento descansó en un corpus estrecho de textos clásicos, estudiados en una manera distintiva que fue
cuestionada en la última parte del siglo diecinueve por un nuevo tipo de acercamiento a la
antigüedad. (F. M. Turner, Contesting
Cultural Authority: Essays in Victorian Intellectual Life - Cambridge,
1993, ch. 12 sobre el Platonismo de Jowett y su capítulo en ese volumen). Su
reputación no descansó en lo que llegaría a ser llamada 'investigación', una práctica social extraña
a muchos compañeros de las universidades de Oxbridge en el período Victoriano,
y que llegó a ser autenticada por nuevas
formas de autoridad con el surgimiento
de las tesis doctorales
y el arbitraje de los jornales profesionales.
La relación entre el conocimiento esotérico y su popularización
también es un tema mayor en la historia social e intelectual del siglo
diecinueve. Pocas personas tienen el tiempo o la habilidad de entender biología
evolutiva o la teoría de las olas, pero
las asunciones y el lenguaje de estas disciplinas esotéricas pueden moverse
desde una comunidad de conocimiento particular
hasta penetrar en el discurso más amplio de la sociedad. El lenguaje
científico se usó en la literatura imaginativa, de la ciencia ficción de las
novelas populares al uso más arcano de las nuevas teorías de luz por Gerard
Manley Hopkins. El proceso no tenía solamente una dirección: los científicos
acudieron al mito y a la poesía buscando las metáforas y los símbolos para
expresar los resultados y teorías de difícil comprensión. (Sobre el impacto de
la Teoría de las Olas y la Evolución, ver G. Beer, Open Fields: Science in Cultural Encounter – Oxford, 1996, ch. 11 y
Darwin’s Plots Evolution Narrative in
Darwin, George Eliot and Nineteenth-Century Fiction – Cambridge, 2nd edn.,
2000. Sobre el uso de Lucrecio en el discurso científico, ver Turner, Contesting Cultural Authority, ch.10).
Los mecanismos de difusión y comprensión son de considerable
interés, y la relación entre el conocimiento esotérico y popular se expresó en
una variedad de maneras. Los naturalistas aficionados podían encontrarse en su
taberna local y haces viajes de campo; o los aspirantes a artesanos podían
asistir a las clases en los institutos mecánicos. (A. Secord,
“Science in the pub: amateur botanist in early nineteenth-century
Lancashire”, History of Science , 32
– 1994 -; sobre historia natural popular, ver D. E. Allen, The Naturalist in Britain: A Social History (London , 1976). Sobre
la continua interacción entre biólogos profesionales y los clubes de campo
locales, ver. S. J. M. M. Alberti, “Amateurs y Profesionales en un condado:
biología e historia natural en el tardío Yorkshire Victoriano”, Journal of the History of the Biology,
34 – 2001- . Ver también H. Gay “East End, West End: science education, cultura
and class in mid-Victorian London”, Canadian
Journal of History, 32- 1997- sobre los intereses comerciales del East End
y la elite del West End y la creación de un nuevo híbrido cultural. Sobre los institutos mecánicos, ver
M. Tylecote, The Mechanics Institutes of
Lancashire and Yorkshire before 1851 (Manchester, 1957); J. F. C. Harrison Learning and Living 1790-1960: A Study in the History of the English
Adult Education Movement (London, 1961); I. Inkster, “The social context of
an educational movement: a revisionist approach to the English mechanic’s
institutes, 1820-50”, Oxford Review of
Education, 2 – 1976 – 277-307).
Las conferencias se hicieron en series regulares para hacer una
audiencia en la Institución Real con figuras prestigiosas como Miguel
Faraday, en las reuniones circulantes
anuales de la Asociación británica para el Avance de Ciencia desde 1831, o en una de las actuaciones externas en los
salones provinciales de lecturas.
Guillermo Compte Cathcart
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