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sábado, 6 de junio de 2015

La imagen torturada de Rainald, el normando


San Benito en la Basílica de Saint Benoit
Thomas Head, de la York University, ha escrito un libro memorable: Hagiography and the Cult of Saints. The Diocese of Orléans, 800-1200, ISBN – 13 978-0-521-36500-0 hardback, ISBN – 10 0-521-36500-7 hardback; ISBN – 13 978-0-521-02342-9 paperback, ISBN – 100-521-02342-9 paperback, ISBN 10 0-521-02342-4 Paperback.
En el Index leemos: “Rainald, chief of a Norman band, 161, 178”.
Como Indexnautas recorremos las páginas y llegamos a la 161, en la cual leemos: “Otras dos esculturas tienen un mayor valor como propaganda. Un relieve sobre la puerta norte, fechado por Philippe Verdier a fines del siglo 12, contiene cuatro escenas de la Historia translationis s. Benedicti. (Verdier, Philippe, 1977, ‘La Vie et les miracles de Saint Benoit dans les sculptures de Saint-Benoit-sur-Loire’, Mélanges de l’Ecole française de Rome , 89, 119-53; Grémont, Denis, 1963-4, ‘Les Miracles de Saint Benoit et leur iconographie dans le basilique de Saint-Benoit’, Bulletin de la Société archéologique et historique de l’Orléanais, 45, 235-52). En él se avisa que las reliquias en el interior eran verdaderamente las de St Benedict. La segunda era un bajorrelieve de una cabeza humana sobre el muro exterior de la basílica. Supuestamente era la cabeza del jefe normando Rainald. Según Aimo, los monjes de Fleury hicieron una imagen en mármol luego que San Benedict causara su muerte. En tiempos de Aimo ella era visible en el muro de la iglesia. (Les Miracles de San Benoît écrits par Adrevald, Aimoin, André, Raoul Tortaire et Hugues de Sainte Marie, moines de Fleury, ed. Eugéne de Certain. París, 1858. II.2., p. 98). La estructura fue destruída en 1026 y es improbable que tal escultura haya sobrevivido. La máscara existente es una copia, probablemente ejecutada en el siglo 12 , si nos esforzamos en creer la historia contada por Aimo. (Verdier, Philippe, 1977, ‘La Vie et les miracles de Saint Benoit dans les sculptures de Saint-Benoit-sur-Loire’, Mélanges de l’Ecole française de Rome , pp.140-52). Como en el comienzo del siglo XI, esta torturada imagen de una víctima del castigo de Benedict habría sido un efectivo símbolo de su patrocinio.


En la página 178, leemos:
“Aimo cuenta como Rainar lideró a un grupo de normandos por el Loire, intentando saquear la propiedad de Fleury. (Les Miracles de San Benoît écrits par Adrevald, Aimoin, André, Raoul Tortaire et Hugues de Sainte Marie, moines de Fleury, ed. Eugéne de Certain. París, 1858. II.2., p. 97.Ver también II. 7. p. 108). Una noche él soñó con dos monjes, uno anciano y otro un jóven. El más viejo demandó por qué los Normandos deseaban perturbar el lugar donde sus huesos descansaban, y amenazando la cabeza del líder con un báculo, predijo su próxima muerte. Rainald despertó y contó a su entorno la visión. Cuando él murió poco después, su banda sin líder, se marchó a Rouen, después de cremar su cuerpo. Los monjes de Fleury colocaron un mármol tallado de su cara en el muro de su iglesia para advertir a los futuros intrusos del poder de su patrón”.
Thomas Head comienza la conclusión de este libro imprescindible para comprender la naturaleza del fervor religioso franco, con estas frases:
“Buscar la protección de los santos era parte de la verdadera naturaleza de la sociedad franca. Los francos adoptaron la creencia en este poder milagroso, y a las reliquias que servían a este propósito, provenientes de la conquistada población galo-romana, como parte del proceso de su conversión al cristianismo. Hasta el siglo 12 muchos, incluso la mayoría, de los santos patrones dentro de los territorios francos eran los mártires, obispos y monjes de la sociedad galo-romana. Irónicamente, los mismos galo-romanos, tal como lo conocemos por los trabajos de Gregory de Tours, han visto a esos santos y a sus reliquias como una de sus más poderosas defensas contra los invasores germánicos. Cuando ese obispo volvió a narrar la historia de cómo el obispo Anianus había hecho retroceder el ataque de los hunos desde Orleáns, esto puede haber tenido una gran resonancia para una audiencia en conflicto con los Francos. En un extraordinario proceso de síntesis cultural, los francos hicieron suyos a patrones como Anianus.
El culto de los santos había sido y continuaba siendo un fenómeno eminentemente local. Anianus era , por sobre todo, un patrón para los Orléanais, su población galo-romana, los francos que los conquistaron y colonizaron y para los cristianos de raza mixturada que eran la progenie de las invasiones.
Una historia relatada por Hariulf a comienzos del siglo 12 demuestra como aquellos descendientes adherían emocionalmente al patrocinio provisto por sus santos locales. Cuando los miembros de la Primer Cruzada tomaban las naves para ir a Tierra Santa, ellas incluían “hombres de diversas naciones, a saber, francos, burgundios, aquitanos, gascones, españoles, italianos, sicilianos, calabreses, y otras naciones también”. En alta mar, una tormenta se desata. Amenazados con ahogarse, los clérigos y monjes a bordo, comenzaban a cantar salmos y cánticos. Dice Hariulf: “pero lo que nosotros hicimos no fue del agrado de Dios…entonces, pensando que una invocación general a los santos podía salvarnos de este peligro, cada uno de nosotros invocó a esos santos particulares (peculiares) de nuestros propios sitios, buscando de ese modo evadir el gran peligro… Y todos nos dimos a la alabanza: los de Ile de France comenzaron a invocar a Denis, los de Poitiers a Hilary, los de Tours a Martín, los de Orleáns a Anianus; los de Limoges a Martial, los de Toulouse a Saturninus, los de Auxerre a Germanus, los de Reims a Remigius, los de Vermandois a Quintinus, y los de otras ciudades a otros santos notables”.
Con la excepción de Richarius, la lista de santos invocados por los clérigos cruzados, debe interpretarse como una lista de los primitivos obispos que llegaron a ser los santos patronos de las prominentes romano-gálicas civitates.
Respecto a las cruzadas en la bibliografía encontramos un título muy atrayente: “La destruction de l’eglise de la résurrection par le Caliphe Hakim et l’histoire de la descente du feu sacré”, Bizantino, 35, 16-43, de Canard, Marius, 1965.
Para cerrar esta reseña – texto pobre comparado con el que nos propone Head – hacemos mención a una frase que sintetiza las características del patrocinio, fundamentalmente ante el Creador:
“La figura de la Santa Fé ,pintada en Conques en el siglo 12, murmurando en el oído de Cristo en defensa de sus creyentes en el Juicio Final, sintetiza esta forma de mediación”.
Ojalá, esta reseña signifique algo para el Altísimo cuando la hora de mi comparecencia ante su tribunal llegue.


Guillermo Compte Cathcart

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