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miércoles, 3 de junio de 2015

El Indexnauta y el Cazador de Cultemas


H
ay frases que cambian a las personas, y por intermedio de ellas, al mundo que las rodea. Hay frases que cambian al mundo, y así, las personas que lo habitan devienen otras. A esas frases las denomino “cultemas”. El lector que se preocupa por buscarlas y cuando las encuentra en los textos que lee, se encarga de reproducirlas fielmente, en cantidad suficiente y con la longevidad necesaria para que una cantidad importante de personas – dos o más, tal como lo exige el mandato de la predicación que encontramos en el libro de cultemas más influyente de la civilización occidental: “donde dos de vosotros estuviereis por causa de mi nombre, yo estaré con vosotros” - puedan reiterar el proceso de imitación, de generación en generación, es un Cazador de Cultemas. 
Es decir, todo lector puede llegar a ser un Cazador de Cultemas, pero, sin esa “militancia reproductora” no lo es.
F
idelidad, cantidad y longevidad son los requisitos imprescindibles para hacer de una frase cualquiera un cultema exitoso, capaz de ser reproducido por multitud de seres humanos interesados en difundirlos a los cuatro vientos. Sin este interés, sin esta “intención”, de compartirlo con los Otros – sin esta verdadera prédica – no sería posible la transmisión cultural que ha permitido a la cultura humana la superación del determinismo natural. Pues, nadie puede negarlo, la “evolución cultural” ha dejado muy atrás a la “evolución biológica tradicional”
La actual clonación no es sino la cultura “haciendo” naturaleza.

L
a evolución de la cultura humana tiene un protagonista fundamental: el cultema, el gen de cultura. Los cultemas que hemos seleccionado a lo largo de nuestra existencia conforman un verdadero “corpus” doctrinario del cual somos predicadores en nuestra cotidaneidad y que se constituye como un exigente marco conceptual que condiciona y determina nuestras próximas elecciones. Y, esto es así, porque los cultemas tienden a asociarse en una forma inquietante, más allá de la voluntad individual. Los cultemas del pasado – la historia que habita en nosotros – condiciona nuestro presente y nuestro futuro, por eso, la “objetividad” en la interpretación de lo pretérito es un cultema interesante pero no más que eso. El ejercicio de la libertad que ejercemos al elegir determinado cultema, por el tipo especial de predisposición a la asociación que comparte con los preexistentes “en nosotros”, hacen que con el correr de la vida – el tiempo del cual disponemos – señala límites precisos a esa libertad que muchos caracterizan como absoluta cuando en realidad no lo es tanto.
He dicho: "La Historia que habita en nosotros" no es un invasor viral sino un huésped bienvenido. Eso explica el por qué no nos "tragamos" las versiones del pasado que quieren imponernos. Siempre elegimos quiénes entran o no en nuestro cerebro, quien ocupa ese lugar tan cercano y tan lejano del día a día.
S
omos los cultemas que atesoramos en nuestra memoria para el uso cotidiano, fundamentalmente, para la interpretación del mundo que nos rodea. En el Libro de los Muertos de los egipcios ya se nos advierte de la fabulosa influencia de “las palabras de Poder”, es decir, los cultemas: si somos capaces de recordarlas fielmente podremos acceder a la vida eterna.
Por eso, ningún libro “científico” podrá reemplazar a los grandes textos religiosos: la fuerza de la predicación es invencible. 
Nadie recorre las calles “relatando” un manual de Sociobiología.
P
odemos elegir, es cierto, pero dentro de ciertos límites. La sospecha de que los cultemas que constituyen nuestra cosmovisión adquieren existencia propia e independiente de nuestra voluntad es mucho más que eso y la tan mentada y discutida noción del libre albedrío depende de nuestra decisión pero no tanto.
A medida que nos transformamos en una biblioteca de Cultemas vamos condicionando los que llegarán a integrarla.
La biblioteca inmensa que imaginó el extraordinario ingenio de Lovecraft – 
En la Noche de los Tiempos: “Después tuve visiones de la ciudad ciclópea de mis sueños, pero no en ruinas, sino tal como la había soñado. Me vi nuevamente en mi cuerpo cónico, inhumano, rodeado de numerosos miembros de la Gran Raza y de espíritus cautivos que llevaban libros de un lado a otro por los interminables corredores y las rampas inmensas - no está tan lejana de nosotros como solemos suponer. Y , aquí, tenemos ya nuestro primer ejemplo sobre los cultemas y su transmisión y su “caza” por parte del lector.
S
egún los cultores de la paleobibliotecografía – nueva disciplina que reconoce a Jorge Luis Borges y Humberto Eco como sus precursores – la existencia del cultema sobre una inmensidad de laberintos con estantes capaces de contener a todos los libros del mundo ha sido el motor de búsqueda de las bibliotecas perdidas de la antigüedad y que pueden redescubrirse gracias a aquellas frases que los pensadores antiguos nos han dejado en sus textos sobre sus lecturas.
H
umildemente, agregaría al gran Lovecraft como el tercer Padre de esta nueva materia sobre el estudio de las inmensas bibliotecas perdidas de la humanidad, ya que sus narraciones en repetidas oportunidades mencionan la existencia de las mismas no ya en una inmensa cantidad de túneles y estantes sino en una verdadera “ciudad ciclópea”.
Por todo esto, debemos convertirnos en Indexnautas, Viajeros del Index.
La verdadera resonancia magnética de un texto.

Guillermo Compte Cathcart


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