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ay frases
que cambian a las personas, y por intermedio de ellas, al mundo que las rodea.
Hay frases que cambian al mundo, y así, las personas que lo habitan devienen
otras. A esas frases las denomino “cultemas”. El lector que se preocupa por
buscarlas y cuando las encuentra en los textos que lee, se encarga de
reproducirlas fielmente, en cantidad suficiente y con la longevidad necesaria
para que una cantidad importante de personas – dos o más, tal como lo exige el
mandato de la predicación que encontramos en el libro de cultemas más
influyente de la civilización occidental: “donde dos de vosotros estuviereis
por causa de mi nombre, yo estaré con vosotros” - puedan reiterar el proceso de
imitación, de generación en generación, es un Cazador de Cultemas.
Es decir,
todo lector puede llegar a ser un Cazador de Cultemas, pero, sin esa
“militancia reproductora” no lo es.
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idelidad,
cantidad y longevidad son los requisitos imprescindibles para hacer de una
frase cualquiera un cultema exitoso, capaz de ser reproducido por multitud de
seres humanos interesados en difundirlos a los cuatro vientos. Sin este
interés, sin esta “intención”, de compartirlo con los Otros – sin esta
verdadera prédica – no sería posible la transmisión cultural que ha permitido a
la cultura humana la superación del determinismo natural. Pues, nadie puede
negarlo, la “evolución cultural” ha dejado muy atrás a la “evolución biológica tradicional”.
La actual clonación no es sino la cultura “haciendo” naturaleza.
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a evolución
de la cultura humana tiene un protagonista fundamental: el cultema, el gen de
cultura. Los cultemas que hemos seleccionado a lo largo de nuestra existencia
conforman un verdadero “corpus” doctrinario del cual somos predicadores en
nuestra cotidaneidad y que se constituye como un exigente marco conceptual que
condiciona y determina nuestras próximas elecciones. Y, esto es así, porque los
cultemas tienden a asociarse en una forma inquietante, más allá de la voluntad
individual. Los cultemas del pasado – la historia que habita en nosotros –
condiciona nuestro presente y nuestro futuro, por eso, la “objetividad” en la
interpretación de lo pretérito es un cultema interesante pero no más que eso.
El ejercicio de la libertad que ejercemos al elegir determinado cultema, por el
tipo especial de predisposición a la asociación que comparte con los
preexistentes “en nosotros”, hacen que con el correr de la vida – el tiempo del
cual disponemos – señala límites precisos a esa libertad que muchos
caracterizan como absoluta cuando en realidad no lo es tanto.
He dicho: "La Historia que habita en nosotros" no es un invasor viral sino un huésped bienvenido. Eso explica el por qué no nos "tragamos" las versiones del pasado que quieren imponernos. Siempre elegimos quiénes entran o no en nuestro cerebro, quien ocupa ese lugar tan cercano y tan lejano del día a día.
S
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omos los
cultemas que atesoramos en nuestra
memoria para el uso cotidiano, fundamentalmente, para la interpretación del
mundo que nos rodea. En el Libro de los Muertos de los egipcios ya se
nos advierte de la fabulosa influencia de “las palabras de Poder”, es decir,
los cultemas: si somos capaces de recordarlas fielmente podremos acceder a la
vida eterna.
Por eso, ningún
libro “científico” podrá reemplazar a los grandes textos religiosos: la fuerza
de la predicación es invencible.
Nadie recorre las calles “relatando” un manual
de Sociobiología.
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odemos
elegir, es cierto, pero dentro de ciertos límites. La sospecha de que los
cultemas que constituyen nuestra cosmovisión adquieren existencia propia e
independiente de nuestra voluntad es mucho más que eso y la tan mentada y
discutida noción del libre albedrío depende de nuestra decisión pero no tanto.
A medida
que nos transformamos en una biblioteca de Cultemas vamos condicionando los que
llegarán a integrarla.
La
biblioteca inmensa que imaginó el extraordinario ingenio de Lovecraft –
En la Noche de los Tiempos:
“Después tuve visiones de la ciudad ciclópea de mis sueños, pero no en ruinas,
sino tal como la había soñado. Me vi nuevamente en mi cuerpo cónico, inhumano,
rodeado de numerosos miembros de la Gran Raza y de espíritus cautivos que llevaban
libros de un lado a otro por los interminables corredores y las rampas inmensas
- no está tan lejana de nosotros como solemos suponer. Y , aquí, tenemos ya
nuestro primer ejemplo sobre los cultemas y su transmisión y su “caza” por
parte del lector.
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egún los
cultores de la paleobibliotecografía – nueva disciplina que reconoce a Jorge
Luis Borges y Humberto Eco como sus precursores – la existencia del cultema
sobre una inmensidad de laberintos con estantes capaces de contener a todos los
libros del mundo ha sido el motor de búsqueda de las bibliotecas perdidas de la
antigüedad y que pueden redescubrirse gracias a aquellas frases que los
pensadores antiguos nos han dejado en sus textos sobre sus lecturas.
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umildemente,
agregaría al gran Lovecraft como el tercer Padre de esta nueva materia sobre el
estudio de las inmensas bibliotecas perdidas de la humanidad, ya que sus
narraciones en repetidas oportunidades mencionan la existencia de las mismas no
ya en una inmensa cantidad de túneles y estantes sino en una verdadera “ciudad
ciclópea”.
Por todo esto, debemos convertirnos en Indexnautas, Viajeros del Index.
La verdadera resonancia magnética de un texto.
Guillermo Compte Cathcart
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