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Puente de Wharfe |
Es extraña la seducción que ejercen los puentes sobre los
seres humanos. Es muy difícil sustraerse al impulso de detenerse sobre ellos
para mirar correr el río desde un lugar seguro y confiable.
Según dicen los expertos en el genoma humano, la explicación
- si la hay -deberíamos buscarla en la memoria ancestral, ese vasto continente
sumergido en el océano genético, que nos advierte de los riesgos que nuestros
mayores debieron enfrentar en sus continuos viajes por los peligrosos confines
de la Tierra, antes de hallar su lugar en el mundo.
Cruzar un río desbordado, siempre ha sido un
trabajo riesgoso.
Y más cuando se trata de ríos impredecibles, esos que hoy
apenas son un hilo de agua y mañana se transforman en un rugiente y devastador
torrente.
Registros medievales de la construcción de nuevos puentes enfatizan
las vidas salvadas y la creciente prosperidad que brindaba el tráfico sobre
ellos.
Un poema de mediados del siglo XV, que conmemora la
construcción de puentes a través de varias ramas del río Thames, en Abingdon,
contiene las siguientes líneas referidas a esos beneficios:
"Otro negocio
bendito es hacer puentes
en lugares invadeables después de grandes lluvias
qué lástima arrancar un cuerpo muerto de un lago
quien fue bautizado
en una fuente de piedra, un compañero nuestro".
En el siglo XVI , el puente fue considerado como la causa
indiscutible de la prosperidad de Abingdon.
Durante el siglo XVIII, Daniel Defoe - el novelista ,
periodista y panfletista inglés, autor de Robinson Crusoe (1719-22) y de Moll
Flanders (1722) - escribió:
"En Yorkshire, el río Wharfe me pareció muy pequeño y
de muy poco caudal, y el muy bello puente de Harwood demasiado fino para tan
poca agua, sin embargo, en otra ocasión, el puente no fue ni demasiado alto,
nidemasiado largo, las lluvias habían elevado las aguas hasta la cresta de los
arcos".
Hay un libro hermoso que cuenta la historia de la
construcción y el cuidado de los puentes en Inglaterra: "The Bridges of Medieval
England.Transport and Society 400-1800" de David Harrison, ISBN
0-19-927274-3, Oxford University Press, 2004, www.oup.com
Los puentes - según explica el autor - son fuentes
históricas insoslayables para conocer el crecimiento económico, el sistema de
transportes, la evolución de los esfuerzos realizados por las distintas
regiones del interior de Inglaterra en las continuas guerras que debieron
librar y ,por sobre todo, para eliminar el velo del prejuicio que cubre a gran
parte de la era medieval.
Las ilustraciones nos llevan de paseo por distintas comarcas
inglesas: Gloucester; el Old Exe Bridge, de Exeter; el Old Ouse Bridge, de
York; el Mommow Bridge - con su torre defensiva - , en Monmouth; el
MatlockBridge, en Derbyshire y el St IvesBridge, y su capilla, se destacan del
bello conjunto de imágenes. Todas las páginas - 249 - son la entrada a la
cuevadel tesoro, pero si tengo que elegir alguna, elijo, por los personajes que
describe y su relación con los puentes, a las que llevan los números 201 y 202.
En ellas se nos dice que los Ermitaños reparaban los puentes
durante la última parte de la Edad Media.
David Harrison reflexiona sobre lo difícil que es para el
pensamiento de quienes vivimos en el siglo XXI, apreciar que la devoción de
alguien pueda tomar la forma de construir o reparar puentes y caminos, cuando,
peligrosamente - y este agregado me pertenece - muchos aceptan que haya
creencias que justifican el derribar torres mediante el uso de máquinas
voladoras.
El autor dice que podemos conocer el nombre de estos
Ermitaños: En 1399, el ermitaño John Jaye recolectó herramientas para reparar
"pequeños puentes" entre Cambridge y Barton y en 1406, su lugar fue
tomado porThomas Kendall.
El 29 de Octubre de 1423, ante las autoridades de
Maidenhead, el Ermitaño Richard Ludlow prometió que las donaciones que le
fueran dadas por los creyentes serían destinadas a la reparación del puente,
una vez retirado lo necesario para su manutención.
La Regla de St. Paul - que gobierna a los ermitaños -
establece claramente, que reparar los puentes y los caminos que los cruzan, es
su poder.
Después de leer este bello libro, cuando cruce el antiguo
puente sobre las vías del ferrocarril que va desde Turdera a Llavallol - el que
sostiene en tal lugar a la avenida Frías - invocaré a todos los santos para que
nos envíe algún Ermitaño, porque se ve que las autoridades responsables -
¿municipales?, ¿provinciales?, ¿ferroviarias? - están mirando para otro lado, o
tienen poca Fé en Dios o , por lo menos, en su trabajo.
Guillermo Compte Cathcart
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