Según la
Real Academia Española, “transvasar” significa “pasar un
líquido de un recipiente a otro” y esto nos señala algo importante para el
desarrollo que sigue “alguien que ha recibido algo transmite a otro eso que ha
recibido”.
Para nosotros,
ese “algo” es una doctrina, nacional, social y cristiana, el Justicialismo.
Perón dice, en
el Modelo Argentino para el Proyecto Nacional, respecto a los partidos
políticos:
“En un país institucionalmente representativo, la organización de
las fuerzas políticas debe ser representativa para servir con fidelidad al
país. Para ello, toda organización política debe tener claramente establecida
su unidad de doctrina, en la cual se apoyarán su estructura orgánica y su
accionar...La doctrina de cada partido debe ser predicada y no simplemente
enseñada. Ello significa que hay que hacerla conocer, comprender y sentir”.
Toda doctrina,
entendida como principios para la acción, es un conjunto de valores.
El que
transvasa predica con el ejemplo, pues no puede decir una cosa y hacer otra. Y
el que recibe lo transvasado no puede nunca tener un rol meramente pasivo: debe
asumir el compromiso de un testigo fiel. Un aprendiz atento para poder
reemplazar en el momento necesario a su maestro.
El
trasvasamiento generacional es, según lo dicho, un compromiso asumido
plenamente por dos actores: el maestro y el aprendiz.
Si bien hay
excepciones, que confirman la regla, lo normal desde el punto de vista de la
evolución es que el maestro sea el de mayor edad y el aprendiz el de menos
edad, el más joven.
Necesariamente,
según las palabras de Perón anteriormente citadas, en todo partido político
debe haber múltiples maestros pues sino la doctrina sería una letra muerta y si
los hay deben existir los aprendices, única garantía que tiene el país de la
lealtad de sus ciudadanos.
Es
imprescindible entonces que los partidos políticos tengan aprendices y maestros
pues si así no lo hicieran no estarían cumpliendo con su finalidad desde la
perspectiva justicialista.
Y sería un contrasentido
que hubiera muchos maestros y menos aprendices. Lo lógico y lo deseable es que
haya más aprendices que maestros.
Y como de
representación estamos hablando, las organizaciones políticas estarán mejor
representadas, en primer lugar, por el número y la calidad de sus aprendices.
Y como todo
maestro de hoy fue un aprendiz ayer, el proceso de aprendiz a maestro es
continuo por lo cual todos los miembros de un partido político son siempre
aprendices.
Siempre existe el peligro de un brujo que simula ser maestro y un aprendiz que quiere imitarlo...
Guillermo Compte Cathcart
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