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lunes, 22 de mayo de 2017

Año Nuevo en Providence

Un callejón cerca del puerto.
En un local, gritos y  música electrónica, acaba de llover y un tipo, tambaleante, se desploma sobre un charco.
En el cielo estallan los fuegos artificiales, pero en la zona rica de la ciudad.
Las barcazas se mecen con las olas tranquilas de la calma.
Veredas solitarias, y un perro busca su rumbo en los tachos de basura.
Casas de lata mal pintadas sin luces encendidas, sólo una muestra el rostro de un viejo capitán mirando hacia el horizonte donde aún navegan sus recuerdos.
Su lámpara, aquella compañera de sus noches de guardia frente al timón, palpita la llama celosa de las cascadas multicolores y estruendosas del festejo de otros.
Las anclas sumergidas en el lecho contaminado del muelle centenario no se atreven a vibrar.
En una, atrapada para siempre, una túnica roja se sacude sin esperanzas.
La suave corriente acaricia el cuerpo joven, grotesco maniquí recién asesinado.
Una de las manos ya no lo es, los peces hambrientos la hicieron garra.


Guillermo Compte Cathcart

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