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miércoles, 24 de mayo de 2017

Jack, el Destripador

Al cruzar la sala de los juegos, se detuvo ante el gastado paño verde de la mesa de bridge y elevó su mirada para saludar al Almirante Branlock, el héroe olvidado de Trafalgar.
Sintió como siempre se siente el dolor de las despedidas de los lugares que amamos.
En el pasillo lo esperaba la señorita Hannah con el habitual rostro inmutable de quien ha sido testigo de males ancestrales que se repiten a través de los siglos.
Ninguna palabra, ningún gesto. Solo el abrir y el cerrar la gastada puerta de la pensión Blakhole.


Ya en la calle, la fina llovizna le dio la bienvenida a su destino.
Otra vez la implacable serenidad de lo atroz, su malvada esencia.
No es fácil someterse al rito salvaje de la destrucción de Otro.
La noche sometía a las callejas cercanas al inmenso parque que un rey había hecho construir con especies traídas desde los últimos rincones del imperio.
Se sumergió en el corazón de las tinieblas y esperó.
Poco después, el paso liviano y apurado de la mujer, le ordenó que efectuara exactamente los gestos de su hábito.
La daga abrió el estómago de la desdichada.
Sólo un suspiro horrorizado.
Cuando Hannah abrió la puerta comprendió que había sucedido nuevamente, y con el gesto maldito de la resignación, solo murmuró:
-         Buenas noches, Doctor…

     Guillermo Compte Cathcart










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