no saben
de la invisibilidad de su sombra
del helado manto de su presencia
del llanto grotesco de sus pasos
del tambor quieto de sus latidos
de sus nombres resecos de telarañas
del gesto inútil de sus brazos
de la ilusión estéril de su sangre
del fervor efímero de sus corceles
de los colores olvidados de sus estandartes
del eco muerto de sus gritos
pero fanáticos
con el sudor ardiente de la madrugada
repiten una y otra vez
la ceremonia antigua
de invocar a los dioses de sus padres
y hasta que los murmullos del sol
se ocultan en las alforjas del cielo
elevan y desploman
elevan y desploman
elevan y desploman
el acero sin brillo de sus espadas
Guillermo Compte
Cathcart
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