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sábado, 20 de mayo de 2017

Imperialismo Ecológico (El Imperialismo Verde) : La Expansión Biológica de Europa, 900-1900


“El Descubrimiento de América y la ruta a la India a través del Cabo de Buena Esperanza, son los dos mayores y más importantes eventos registrados en la Historia de la Humanidad”, dice Adam Smith en su célebre “Wealth of Nations” -“Riqueza de las Naciones”- (1776).
Charles Lyell, en su “Principles of Geology” -“Principios de Geología”- (1832), expresa: “Todavía, si nosotros empuñamos la espada de exterminio cuando avanzamos, no tenemos ninguna razón para quejarnos por los estragos cometidos”.


En el libro “The Voyage of the Beagle” – El Viaje del Beagle – (1839) el famoso Padre de la Evolución, Charles Darwin, asegura: “Donde quiera que los europeos pisaron, la muerte parece seguir a los aborígenes. Nosotros podemos mirar a lo largo y a lo ancho de las Américas, la Polinesia, el Cabo de Buena Esperanza y Australia y encontraremos el mismo resultado”.
Marx, Kart y Engels, Friedrich, en su conocido “Manifesto of the Communist Party” – “Manifiesto del Partido Comunista” – (1848) describen: “El descubrimiento de América, la circunnavegación del Cabo de Buena Esperanza abrieron nuevas tierras para la creciente burguesía. Las Indias Orientales, los mercados Chinos, la colonización de América, el comercio con las colonias, el incremento de los medios de intercambio y de los artículos en general, dieron al comercio, a la navegación y a la industria un impulso nunca conocido hasta entonces, y por eso, un elemento revolucionario en la tambaleante sociedad feudal, un rápido desarrollo”.
Con estas cuatro citas, Alfred W. Crosby nos introduce a su excelente libro “Ecological Imperialism: The Biological Expansion of Europe, 900-1900”. ISBN 0 – 521 – 54618 – 4 (paperback) , £14.99 (US$ 21,99), 2004, Cambridge University Press, (hardback edición ISBN 0 – 521 -83732 – 4, £40,00 (US$ 60.00)
Alfred W. Crosby es Profesor Emérito en Estudios Americanos, Historia y Geografía en la University of Texas. Ha escrito los libros: “America’s Forgotten Pandemic: The Influenza of 1918” (2da edición, Cambridge, 2003); “Throwing Fire: Projectile Technology through History” (Cambridge, 2002), y “The Measure of Reality: Quantification and Western Society, 1250-1600” (Cambridge, 1997). Este último libro fue elegido por Los Angeles Times como uno de los 100 libros más importantes del año 1997.
A lo largo de 368 páginas nos redescubrimos como “neoeuropeos”, es decir, habitantes de las Nuevas Europas: uruguayos, australianos, brasileños, argentinos, norteamericanos, compartimos aquellas sangres fundacionales y vivimos en los mismos climas y rodeados por las mismas plantas y los mismos animales, somos los Adanes y las Evas de un Nuevo Paraíso conquistado por una migración que llevó a través de miles de kilómetros desde la lejana tierra natal a más de 50 millones de colonos-guerreros a su Tierra Prometida.
Son 12 capítulos inolvidables y un Apéndice, “ ¿Cuál fue la viruela en Nueva Gales Sur en 1789?” , que se las trae, al comenzar con una frase tan condenatoria y descriptiva como un nuevo titular periodístico que se publicara sobre las explosiones atómicas sobre el Japón en 1945: “La enfermedad que diezmó a los aborígenes australianos en 1789 fue,  indudablemente, nueva para ellos, como lo evidenció el impacto que tuvo, y parece altamente improbable que la hubieran padecido anteriormente”.
Esta devastación contrasta con la tormenta ideológica que terminaba con la monarquía francesa durante el mismo año, enfermedad en Australia, revolución en Francia, una grandiosa diferencia que nos muestra la valía del enfoque que nos propone Crosby en el despliegue de sus argumentos: Prólogo, Revisitando Pangaea, el Neolítico reconsiderado; Los Vikingos y los Cruzados – imperdible para los interesados en el Poder Naval y la Expansión del Imperialismo Europeo –,  las Islas Afortunadas, Vientos, Sobre la Usurpación y el Dominio, Las Cizañas, Animales, Enfermedades, Nueva Zelanda, Explanaciones y Conclusiones nos llevan y nos traen sobre las reales causas que justifican nuestra presencia en las Nuevas Europas.
Permítaseme escribir un párrafo inspirado en el  capítulo sobre los vikingos y los cruzados: “en el año 1000 Europa comenzó a revivir luego del sopor que le produjo la caída del Imperio Romano y se estremeció con nuevos y vitales impulsos expansionistas. Ciudades ubicadas a la vera de caminos cada vez más transitados por comerciantes viajeros a  pie se daban cuenta que más allá del horizonte había mundos para descubrir y conquistar y nada, ni nadie, podía justificar el oprobio de la pobreza y la resignación en el solar natal y que se imponía el riesgo de la aventura antes que la muerte por la aceptación de lo inevitable. La conquista del Atlántico Norte y del Cercano Oriente, eran la consecuencia inevitable de ese nuevo impulso renacentista, que no fue como el posterior Renacimiento, centralmente artístico y cultural, sino naval y guerrero, personificado en los Templarios y en las hordas saqueadoras que descubrieron Vinland y nos dejaron la gloria de las Sagas Escandinavas”.
Leer este hermoso libro de Cambridge University Press, es recordar el desafío que nos espera a la vuelta de las décadas, como bien lo señala el autor en la conclusión:
“la responsabilidad de los neoeuropeos requiere una sofistificación ecológica y diplomática sin precedentes:  
la habilidad política en la granja y embajada, más  grandeza de espíritu. Debemos preguntarnos si la comprensión de nuestro mundo es el igual al desafío propuesto por el estado actual de la relación entre nuestra especie y la biosfera”. 
Si bien, como prometen los textos sagrados, heredamos la Tierra, no debemos olvidar que junto a nosotros la voz de la Naturaleza nos susurra aquello que los esclavos le debían recordar a los Emperadores romanos cuando hacían su desfile por las calles del centro imperial: “toda gloria es pasajera”.

 Guillermo Compte Cathcart




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