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sábado, 20 de mayo de 2017

Toda vereda tiene su historia y sus misterios

A lo largo de su célebre Comentarios de la Memoria de la Vereda, Chicoana Fuentes, el famoso antropólogo-aventurero riojano,  hace de esta  un personaje omnipresente, tal como lo es en nuestra vida cotidiana.
Como enseñó en su participación del Primer Encuentro de Ciudades Atlánticas en el cual se desarrolló el tema Un Planeta de Ciudades organizado por el gobierno francés, dijo de nuestra pequeña ruta cotidiana: - “Por ella acostumbramos ir y venir desde nuestro hogar hacia el mundo exterior. El caminarla nos hace participar de una determinada cosmovisión que condiciona nuestra percepción de lo local en sus distintos niveles, barrio, pueblo, ciudad o municipio.”


Lo que provocó que muchos de los participantes se le acercaran y le dijeran, mitad en serio y mitad en broma, que deberían hablar, más que de un mundo de metrópolis, de un Planeta de Veredas.
Cuando entrevisté a Abraham de Saragossa (Este es el  primer nombre que escribió Chicoana en su lista Nombres Medievales para reemplazar a las personas reales mencionadas en mis textos : “Abraham era un comerciante judío – que residía en la España musulmana - protegido por Luis el Piadoso y tenía permiso real para comprar esclavos extranjeros y venderlos dentro del imperio franco siempre que respetara la prohibición franca y canónica de "no traficar con esclavos cristianos dentro del imperio”, me aseguró que en el llamado “Campo de Abu Aaron” (El segundo nombre de la lista: Abu Aaron era hijo del rabino Samuel ha Nassi y viajó, antes del año 917, desde Babilonia a la ciudad de Lucca para en contrarse con Rabbi Moses, hijo de Kalonymus) existía una plantación de duraznos que exigía el trabajo temporario de muchos cosechadores y que la mayoría de ellos eran polacos. Con los rumores de la posible invasión alemana que daría comienzo a la Segunda Guerra Mundial, la mayoría de ellos regresaron para defender su patria y pelearon contra el invasor. 
Más de la mitad murió en las batallas y los demás regresaron y se establecieron entre nosotros. 
Un amigo de la infancia, que vivió a media cuadra al norte de la calle Francisco Solano López, negó la anécdota, explicando que en ese lugar siempre hubo un tambo, el de “Abu Aron” , y que por eso todo el barrio es llamado el “Campo de Abu Aaron”. 
Cuando le pregunté que camino usaba su familia para ir y venir a la estación me contestó que la vereda o el caminito ubicado en el lado norte de la calle Francisco Solano López que cruza Nuvina de Oeste a Este. 
Lamentando la pérdida de tan hermoso dato se lo comenté a otro amigo común quien me contesto: “Ricardo García tiene razón porque iba y venía por la vereda, o mejor dicho, el caminito ubicado en el lado norte de Londres. Por el lado de enfrente, es decir, por el lado sur no había ni caminito ni caminantes. Sólo un cerco de ligustrina y alambrados. Detrás de ellos estaban en hilera los cientos de plantas de duraznos”. 
Agradezco a Víctor de la Riestra la confirmación del primer testimonio.
Comprobamos con esta anécdota que detrás del cerco verde había un mundo ignoto para los caminantes, y adherimos a la afirmación del gran narrador de Nueva Inglaterra, Horacio Lovecraft , quien dijo: "Todo sendero (en nuestro caso, vereda) tiene su arcano, su misterio".

Guillermo Compte Cathcart


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