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viernes, 19 de mayo de 2017

De la Piratería Tecnológica y el Poder Naval: Stephen Borough, el espía de Isabel I, Reina de Inglaterra


Quienes habitamos el último mundo – alguna vez fuimos el tercero, hoy debido a la maldita falta de memoria – nadie se acuerda que debíamos “todos los sectores políticos y sociales y todos los ciudadanos”, “definir y escribir un proyecto nacional” – sabemos que la brecha tecnológica que nos separa de los “Ellos” – seres que deciden la suerte de los sometidos, hijos y nietos de los invasores que describe la saga del “Eternauta”, que equivocadamente se sigue considerando sólo una historieta extraordinaria – es más insalvable que cualquiera de las torrentosas calles inundadas por las violentas lluvias que no pueden prevenir los muy ocupados gobiernos porteños.

Para instrucción de todos los gobernantes – y de las cooperativas de gobernados, por el precio -  recomiendo un libro extraordinario, un manual teórico-práctico – e histórico – de la piratería tecnológica, de Eric H. Ash – Profesor de Historia en la Universidad estatal de Wayne – : “Power, Knowledge, and Expertise in Elizabethan England” , ISBN 0-8018-7992-2, US$45.00, hardcover, The Johns Hopkins University Press,
Casi 20 años después de haber publicado mi primer libro, “El Tercer Exilio de San Martín” (UNJU, 1988), un libro imperial avala explícitamente una de mis tesis centrales: el Poder Naval es la llave para comprender y evaluar las reales intenciones revolucionarias de los distintos movimientos políticos, sociales y culturales de las nuevas repúblicas hispanoamericanas durante la primer mitad del siglo XIX.
Hubo quienes querían echar a los españoles para que vinieran los ingleses y hubo quienes quisieron ser libres e independientes de “España y cualquier otra potencia extranjera”.
Muchos sonreían cuando expresaba que el desarrollo de la marina peruana durante el Protectorado del General San Martín fue la principal causa de su primer exilio, hoy, solamente los émulos de Gunga Din – el cipayo que murió tocando la corneta en “Tres Lanceros de Bengala” – pueden seguir negando total o parcialmente esa relación causal.
El libro de Ash nos hace navegar a lo largo de 265 páginas conducidos por un “mediador experto” – el militante político, social y cultural que bien podemos encontrar a la vuelta de cada esquina de la Tercera Sección Electoral y al que despectivamente los cultores del voto electrónico, ( ¿al servicio de las empresas que venden equipos y sistemas y de quienes quieren transformar nuestra democracia de partidos políticos en un gobierno de las oeneges? ) llaman “punteros políticos” – por los temas-puertos: Introducción, los mediadores expertos y la Inglaterra isabelina; Mineros Alemanes, Desconfianza Inglesa y la Importancia de ser “Experto”; la Mediación Experta y la reconstrucción del puerto de Dover, la temprana navegación matemática en Inglaterra; Secantes, Marinos y los manuales isabelinos de navegación; Francis Bacon y la experiencia de la Filosofía Natural y Conclusión: Poder, Autoridad y el Mediador Experto.
Como todos los enamorados de la buena mesa sabemos, el sabor está “adentro”.
Allí, en varias páginas encontramos a un James Bond del mar, mil veces más peligroso y mortífero que el personaje interpretado por Sean Connery. Un cuádruple cero, un autorizado para matar a varias generaciones. Uno de los verdaderos hacedores del Poder Naval de los Ingleses, el que los convirtió en un Imperio.
¿Por qué no han hecho una película sobre sus hazañas? ¿Para que la gilada no se avive? ¿Para que no se enteren que la Isla de los Piratas salvó la brecha tecnológica que la separaba de las potencias europeas continentales mediante el saqueo global y el espionaje?
A mediados del siglo XVI, la declinación precipitada del comercio textil con los Países Bajos, junto con la percepción que Inglaterra quedaba muy rezagada respecto a sus rivales ibéricos, convenció a un gran número  de los mayores comerciantes ingleses de la necesidad de adquirir los últimos métodos de navegación.
Sebastián Cabot y Stephen Borough fueron los dos maestros responsables del entrenamiento de la siguiente generación de navegantes.
Ambos eran muy respetados por sus conocimientos del mar pero – por sobre todo – por su conexión con una institución reconocida internacionalmente por su capacidad en asuntos marítimos: la Casa de Contratación de Sevilla.
Su relación con la renombrada Casa impresionó a los poderosos comerciantes ingleses y los convenció de la posibilidad de duplicar el éxito español para construír un imperio comercial global.
Cuando tanto “experto” trata de explicar las causas de la derrota en Trafalgar nunca se nos dice que la mayor fue el espionaje que este James Bond de los mares, al servicio de Isabel I de Inglaterra hizo en los despachos de la Casa de Contratación de Sevilla, “invitado” por los españoles.
Con tanto cómico dando vueltas por nuestro país, contando cuentos de gallegos, a nadie se le ocurrió éste, los españoles invitando a un inglés para mostrarle los secretos de su Imperio.
Cerrando esta invitación para recorrer - comiendo pochoclo - las frases de este verdadero libro de aventuras e inspiración para argentinos que quieran piratearle algo al Imperio –, les cuento una anécdota.
La tapa del libro de Ash es una réplica del libro “Spiegbel der Zeevaerdt” (Leiden, 1584-1585) de Lucas Jansz Wagenaer y fue traducido al inglés por Anthony Ashley , (London, circa de 1588), es decir, tres años después de su publicación en Europa continental los ingleses ya lo tradujeron a su idioma, ¿cuándo traduciremos al español los libros sobre la “nueva historia imperial”?.
Pero, en el diseño de la tapa inglesa hay un cambio.
Las figuras en los flancos de la portada están vestidas como ingleses del siglo XVI.
Y, lo más importante, en el navío que ocupa el centro de la imagen, al tope del mástil, flamea la Cruz de San Jorge, la versión políticamente correcta de la bandera de los piratas, (que mis abuelos me perdonen).


Guillermo Compte Cathcart 

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