Quienes habitamos el último mundo – alguna vez fuimos
el tercero, hoy debido a la maldita falta de memoria – nadie se acuerda que
debíamos “todos los sectores políticos y sociales y todos los ciudadanos”,
“definir y escribir un proyecto nacional” – sabemos que la brecha tecnológica
que nos separa de los “Ellos” – seres que deciden la suerte de los sometidos,
hijos y nietos de los invasores que describe la saga del “Eternauta”, que
equivocadamente se sigue considerando sólo una historieta extraordinaria – es
más insalvable que cualquiera de las torrentosas calles inundadas por las
violentas lluvias que no pueden prevenir los muy ocupados gobiernos porteños.
Para instrucción de todos los gobernantes – y de las
cooperativas de gobernados, por el precio - recomiendo un libro extraordinario, un manual
teórico-práctico – e histórico – de la piratería tecnológica, de Eric H. Ash –
Profesor de Historia en la
Universidad estatal de Wayne – : “Power, Knowledge, and
Expertise in Elizabethan England” , ISBN 0-8018-7992-2, US$45.00, hardcover,
The Johns Hopkins University Press,
Casi 20 años después de haber publicado mi primer
libro, “El Tercer Exilio de San Martín” (UNJU, 1988), un libro imperial avala
explícitamente una de mis tesis centrales: el Poder Naval es la llave para
comprender y evaluar las reales intenciones revolucionarias de los distintos
movimientos políticos, sociales y culturales de las nuevas repúblicas
hispanoamericanas durante la primer mitad del siglo XIX.
Hubo quienes querían echar a los españoles para que
vinieran los ingleses y hubo quienes quisieron ser libres e independientes de
“España y cualquier otra potencia extranjera”.
Muchos sonreían cuando expresaba que el desarrollo de
la marina peruana durante el Protectorado del General San Martín fue la
principal causa de su primer exilio, hoy, solamente los émulos de Gunga Din –
el cipayo que murió tocando la corneta en “Tres Lanceros de Bengala” – pueden
seguir negando total o parcialmente esa relación causal.
El libro de Ash nos hace navegar a lo largo de 265
páginas conducidos por un “mediador experto” – el militante político, social y
cultural que bien podemos encontrar a la vuelta de cada esquina de la Tercera
Sección Electoral y al que despectivamente los cultores del voto electrónico, (
¿al servicio de las empresas que venden equipos y sistemas y de quienes quieren
transformar nuestra democracia de partidos políticos en un gobierno de las
oeneges? ) llaman “punteros políticos” – por los temas-puertos: Introducción,
los mediadores expertos y la Inglaterra isabelina; Mineros Alemanes,
Desconfianza Inglesa y la Importancia de ser “Experto”; la Mediación Experta y
la reconstrucción del puerto de Dover, la temprana navegación matemática en
Inglaterra; Secantes, Marinos y los manuales isabelinos de navegación; Francis
Bacon y la experiencia de la Filosofía Natural y Conclusión: Poder, Autoridad y
el Mediador Experto.
Como todos los enamorados de la buena mesa sabemos, el
sabor está “adentro”.
Allí, en varias páginas encontramos a un James Bond
del mar, mil veces más peligroso y mortífero que el personaje interpretado por
Sean Connery. Un cuádruple cero, un autorizado para matar a varias
generaciones. Uno de los verdaderos hacedores del Poder Naval de los Ingleses,
el que los convirtió en un Imperio.
¿Por qué no han hecho una película sobre sus hazañas?
¿Para que la gilada no se avive? ¿Para que no se enteren que la Isla de los
Piratas salvó la brecha tecnológica que la separaba de las potencias europeas
continentales mediante el saqueo global y el espionaje?
A mediados del siglo XVI, la declinación precipitada
del comercio textil con los Países Bajos, junto con la percepción que
Inglaterra quedaba muy rezagada respecto a sus rivales ibéricos, convenció a un
gran número de los mayores comerciantes
ingleses de la necesidad de adquirir los últimos métodos de navegación.
Sebastián Cabot y Stephen Borough fueron los dos
maestros responsables del entrenamiento de la siguiente generación de
navegantes.
Ambos eran muy respetados por sus conocimientos del
mar pero – por sobre todo – por su conexión con una institución reconocida
internacionalmente por su capacidad en asuntos marítimos: la Casa de
Contratación de Sevilla.
Su relación con la renombrada Casa impresionó a los
poderosos comerciantes ingleses y los convenció de la posibilidad de duplicar
el éxito español para construír un imperio comercial global.
Cuando tanto “experto” trata de explicar las causas de
la derrota en Trafalgar nunca se nos dice que la mayor fue el espionaje que
este James Bond de los mares, al servicio de Isabel I de Inglaterra hizo en los
despachos de la Casa de Contratación de Sevilla, “invitado” por los españoles.
Con tanto cómico dando vueltas por nuestro país,
contando cuentos de gallegos, a nadie se le ocurrió éste, los españoles
invitando a un inglés para mostrarle los secretos de su Imperio.
Cerrando esta invitación para recorrer - comiendo
pochoclo - las frases de este verdadero libro de aventuras e inspiración para
argentinos que quieran piratearle algo al Imperio –, les cuento una anécdota.
La tapa del libro de Ash es una réplica del libro
“Spiegbel der Zeevaerdt” (Leiden, 1584-1585) de Lucas Jansz Wagenaer y fue
traducido al inglés por Anthony Ashley , (London, circa de 1588), es decir,
tres años después de su publicación en Europa continental los ingleses ya lo
tradujeron a su idioma, ¿cuándo traduciremos al español los libros sobre la
“nueva historia imperial”?.
Pero, en el diseño de la tapa inglesa hay un cambio.
Las figuras en los flancos de la portada están
vestidas como ingleses del siglo XVI.
Y, lo más importante, en el navío que ocupa el centro
de la imagen, al tope del mástil, flamea la Cruz de San Jorge, la versión
políticamente correcta de la bandera de los piratas, (que mis abuelos me
perdonen).
Guillermo Compte Cathcart
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