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miércoles, 27 de mayo de 2015

16 de Junio de 1955 : A 60 años del comienzo del Genocidio Peronista

Dice el Diccionario de la Lengua Española: “genocidio. 1. m. Exterminio o eliminación sistemática de un grupo social por motivo de raza, de etnia, de religión, de política o de nacionalidad.”.
¿Quién puede dudar que el 16 de Junio de 1955 comenzó el exterminio y la eliminación sistemática de los peronistas en La Argentina?
Es muy bueno tener memoria.
Lo malo y repugnante es tener memoria selectiva.
Mirar la historia con el ojo del privilegio.


Primero fueron atentados terroristas aislados – como aquél que ocasionó 27 muertos por la colocación de un artefacto explosivo en una de los bocas del subterráneo en Plaza de Mayo mientras se realizaba una movilización peronista – y después varias intentonas golpistas que fracasaron por no tener un apoyo imperialista definido y concreto.
Es sabido que los cipayos sólo se animan cuando los casacas rojas los vigilan y les palmean la espalda.
Con sólo recordar que un gobierno constitucional honró a uno de los colocadores de esa bomba más arriba citada, con su nombre en una estación del subte, no puedo evitar un escalofrío, el mismo que sentí cuando leí el suplemento “Enfoques” del diario “La Nación” del domingo 12 de Junio de 2005.
Ese suplemento, digno sinónimo de papel del reciente film alemán “La Caída”, pretenden demostrar “la humanidad” de las Bestias que son, gorilas que sólo creen en la Fuerza y en su ejercicio brutal, aunque se disfracen de “católicos”, “místicos”, “atenienses” o “demócratas”.
Porque el genocidio peronista se ejecutó en nuestro país no sólo por motivos políticos sino también por diferencias raciales (los peronistas son “cabecitas negras”), religiosas (los peronistas creen en “la santidad” de Perón y Evita, además de Todos los Santos de la Santa Madre Iglesia) y de nacionalidad (su Argentina es mucho más grande que la se imaginaron algunos integrantes de la “bostacracia”, es decir, la argentina chiquita que sólo se imagina como exportadora de algunas vaquitas y que disfraza a sus peones mansos - como Don Segundo Sombra - con una coqueta boinita blanca).
Durante el bombardeo de Plaza de Mayo murieron más de 463 personas – datos que serán publicados próximamente en un libro imperdible – si tomamos en cuenta los directamente asesinados en el perímetro que vigila el Cabildo y los que fallecieron después como resultado de las graves heridas recibidas.
Obviamente, los muertos y heridos por las ráfagas que surcaron los distintos barrios, jamás fueron registrados. 
Es decir, que durante el 16 de Junio de 1955 murieron más argentinos a manos de marinos y aviadores gorilas, que argentinos muertos a manos de las tropas británicas durante la Guerra por las Malvinas en 1982 (excluyendo los Héroes del Belgrano).
Para disfrazar y disimular la magnitud de la matanza tratan de imponer en la mente de las generaciones jóvenes que “hordas peronistas quemaron iglesias en el centro”.
Una justificación imbécil.
Quienes lean la Doctrina Justicialista y la comparen, frase por frase, con los distintas Encíclicas, verán que son una y la misma cosmovisión.
En 1955, en los barrios que según la propaganda gorila se produjeron esos incendios siempre hubo muy pocos peronistas y los archivos policiales, municipales, estatales y periodísticos consultados no registraron ninguna movilización – ni grande, ni mediana, ni chica – y según los cientos de testimonios recogidos en esa área paqueta de la Capital Federal, que también serán publicados en el libro ya citado, los fuegos fueron provocados por “chupacirios” obsesionados por evitar venganzas por parte del Pueblo.
Miserablemente, se rasgan las vestiduras por el bombardeo de Guernica durante la Guerra Civil Española y “republicanamente” callan el asesinato de argentinos en la Plaza de Mayo y en distintos barrios de la Capital alcanzados por las ráfagas de ametralladoras.
Proclaman el ejercicio de la memoria selectiva y ocultan las atrocidades que cometieron.
Ojalá paguen por sus crímenes.
Todavía recuerdo el relato de mi viejo cuando regresó a casa, luego del bombardeo:
-"Encontré frente a la Catedral la mano de un adulto apretando la mano de un niño".

Guillermo Compte Cathcart

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