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martes, 19 de mayo de 2015

Alcoholismo Imperial: Las descripciones de Franklin y Sir John Fielding

Dos párrafos de una propuesta de Fleming
para solucionar el sufrimiento de niños y niñas
sometidos a las horribles condiciones de vida
en Londres
Para quienes estamos interesados en la Historia Comparada del Imperio Británico y sus colonias “naturales” (uso la palabra en el mismo sentido que se le da a los hijos “naturales”, es decir, ilegítimos) para no usar los términos “neoimperial” (como lo usa Paul Gootenberg en Between Silver and Guano Comercial Policy and the State in Postindependence Peru – Princeton, 1989 – pp. 18-19) o “informal” (como lo hace David McLean en War, Diplomacy and Informal Empire, Britain and the Republics of La Plata, 1836-53 – London, 1995) y para mencionar la presencia del “British Empire” en nuestras tierras condenadas a mil años de soledad, el libro London Life in the Eighteenth Century de M. Dorothy George, ISBN 0-89733-147-8, publicado por Academy Chicago Publishers en el año 2000, debería ser bibliografía obligatoria en todos los profesorados de historia de La Argentina, sean universitarios y terciarios no universitarios.


Este libro brinda al lector una cruda y descarnada descripción del imperio por dentro, desde la cocina, donde las papas fritas todavía están junto las cáscaras cubiertas de tierras y brotes deformes, donde los huevos aún se están despidiendo del caparazón manchado con la mugre del gallinero, donde los trapitos sucios de la nefasta maquinaria imperial permanecen ocultos.
Su autora, Dorothy George, murió en 1971, pero su obra tiene un valor imperecedero, por eso, este nuevo volumen de 457 páginas de la Academy Chicago Publishers merece el mayor de los aplausos por parte de los lectores exigentes.
Benjamín Franklin describe las costumbres bebedoras de los trabajadores gráficos en la página 282 de este libro imprescindible.
En el año 1725 él trabajó en una imprenta londinense que contaba con 50 empleados, lo que la hacía un establecimiento grande para la época. 
Franklin era, por su costumbre de beber agua, una verdadera excepción entre gente acostumbrada a desayunar con cerveza y a los cuales llamaba “los grandes bebedores de cerveza” y decía en su Autobiography :

“...mis compañeros en la imprenta bebían todos los días
una pinta antes del desayuno, una pinta en el desayuno,
una pinta entre el desayuno y la comida principal,
una pinta en el atardecer, a las 6 en punto,
y otra pinta cuando terminaban su día de trabajo...
es necesario suponer que ellos creían que el beber mucha cerveza
les permitía trabajar mejor...
...y así por lo que gastaban semanalmente en esa enredadora bebida
esos pobres diablos se hundían a sí mismos”

Esta implacable mirada la encontramos en la página 282 del fabuloso libro de George.
Por su parte, en A Brief Description …of London – p. xxiii -, Sir John Fielding pensaba

‘la canalla…muchos mendigos…en los últimos cincuenta años…
aún muy insolentes y abusivos...a veces...sin una causa aparente’

y escribía (después de que se habían verificado los peores horrores del tráfico de bebidas alcoholicas) de los vendedores minoristas de bebidas alcohólicas

“Quién permite vender en cualquier parte
de este reino este fuego líquido por el cual
los hombres beben el infierno antes de tiempo.
Estos tenderos son los principales oficiales
del rey de los terrores y han conducido más
a las regiones de la muerte
que la espada o la plaga”.

Estas palabras aparecen en las paginas de un libro-guía no controversial y que reflejan las experiencias de un magistrado londinense que no tenía prejuicios contra las bebidas intoxicantes en general (páginas 17 y 50 del libro London Life in the Eighteenth Century).
Tanto Benjamín Franklin como Sir John Fielding fueron contemporaneous del Capitán James Cook y sus grandes hazañas pero nos muestran el rostro manchado de viruelas de la Capital del Imperio, Londres, la Nueva Roma.

Nosotros, los nuevoeuropeos que habitamos este continente del sur, miramos con demasiado cariño a los isleños del Pacífico que mataron a Cook pero nos olvidamos que por nuestra sangre corren también las esperanzas, las frustaciones, los miedos y las bestialidades de esos “pobres diablos” que se bebían hasta el apellido para sobrellevar la insoportable levedad del ser...marginados.

Guillermo Compte Cathcart



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