El 9 de Diciembre de 1824, Antonio José de Sucre comenzó el
ataque del ejército patriota con una brillante carga de caballería - liderada
por el osado colombiano José María Córdoba - y en pocos minutos el ejército
realista se desbandó por las mesetas altas y los valles cercanos a Ayacucho,
dejando en el campo de batalla más de 2000 muertos.
En esta última gran pelea por la liberación de estas
tierras, brazos y corazones venezolanos, colombianos, chilenos, argentinos y
peruanos sellaron la independencia de las nacientes repúblicas
hispanoamericanas de España.
George Canning, ministro de relaciones exteriores británico
y autor de la frase: ""Usar al Nuevo Mundo para reestablecer el
equilibrio en el Viejo" ,saboreando un té imperial, en su despacho
londinense, mientras leía los comentarios de la prensa que hablaba de su
inmensa popularidad entre los sectores medios y populosos de la City , exclamó:
"La uña fue sacada.Hispanoamérica es libre y si nosotros
no manejamos tristemente mal nuestros asuntos, ella es inglesa".
Cuarenta días después de la Batalla de Ayacucho, el gran
Bernardo Monteagudo era asesinado.
El 11 de marzo de 1824, Rivadavia - presidente argentino -
había firmado con los hermanos Robertson, un contrato para introducir en la
provincia de Buenos Aires un grupo de familias europeas, no menos de doscientas
y compuesto de seiscientas personas.
Las condiciones pactadas establecían que los colonos podían
elegir sus propios magistrados, que podían formar su propia milicia y que
tenían completa libertad para ejercer la religión protestante, y no era esta
una libertad solamente religiosa, pues como ha demostrado brillantemente Linda
Colley en su maravilloso libro "Britons, Forging The Nation 1707 -
1837" , el protestantismo determinó la manera que los Británicos aceptaban
e interpretaban su vida material, como los británicos veían su política, y el
fundamento sobre el cual se basaba su estado imperial, el factor unificante
contra los enemigos católicos y no cristianos con quienes debían competir por
el dominio del mundo.
Comenzaba la Tercer Invasión Británica.
El 2 de Febrero de 1825 el gobierno argentino firmó con el
de la Gran Bretaña el primer tratado comercial y de libertad religiosa y el 11
de agosto llegaron los escoceses de la Colonia de Monte Grande a bordo del Simmetry.
En 1845, Sarmiento en su Facundo,
para probar su argumento que afirma que con un millón de hombres civilizados la
guerra civil es imposible porque serían menos los que se hallarían en estado de
desearla, cita el ejemplo dado por los colonos escoceses de Monte Grande:
"La colonia escocesa que Rivadavia fundó
al sur de Buenos Aires lo prueba hasta la evidencia , ha sufrido de la guerra,
pero ella jamás ha tomado parte".
Tanto Alberdi como Sarmiento rechazaban la idea de tener un
poder naval propio y aceptaban sumisamente el control total de los mares por
parte de las fragatas inglesas pues consideraban que nuestro lugar en el mundo
era el de productor de materias primas buenas y baratas para el Imperio.
San Martín - el solitario prócer que contempló durante sus
últimos días el mar desde los mismos acantilados en los cuales el Gran Napoleón
soñó la invasión de Gales, Escocia, Inglaterra e Irlanda - cuando fue Protector
del Perú, tuvo otra opinión y tomó medidas contrarias a las de Rivadavia, Alberdi,
Sarmiento, Mitre y tantos otros que negaron nuestra identidadnacional en
gestación.
Así, el 24 de Noviembre de 1821, había establecido que sólo
podían obtener patente de barco mercante los navíos cuyo capitán y dos terceras
partes de la tripulación fueran naturales del Perú o de algunos de los estados
independientes de América, y el capitán debía ser indispensablemente ciudadano
peruano.
Además, como muy bien señala Guillermo Furlong en su
"El General San Martín, Masón - Católico - Deísta?", en los tres primeros
artículos del Estatuto Provisional del Estado Peruano, limita a su mínima
expresión la posibilidad de participación de protestantes en los asuntos del
nuevo estado.
En 1916 no solo había hecho declarar al congreso remolón de
Tucumán - con la amenaza de su espada - , la Independencia de España, sino
también de toda
otra potencia extranjera.
Como ya lo hemos dicho en otras oportunidades, la mejor
manera de recordar al Padre de la Patria es estudiar y explicitar su verdadero
Proyecto Político y no solamente tocar una corneta frente a una estatua inmóvil.
Guillermo Compte Cathcart
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