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martes, 19 de mayo de 2015

San Martín y la Tercer Invasión Británica


El 9 de Diciembre de 1824, Antonio José de Sucre comenzó el ataque del ejército patriota con una brillante carga de caballería - liderada por el osado colombiano José María Córdoba - y en pocos minutos el ejército realista se desbandó por las mesetas altas y los valles cercanos a Ayacucho, dejando en el campo de batalla más de 2000 muertos.
En esta última gran pelea por la liberación de estas tierras, brazos y corazones venezolanos, colombianos, chilenos, argentinos y peruanos sellaron la independencia de las nacientes repúblicas hispanoamericanas de España.
George Canning, ministro de relaciones exteriores británico y autor de la frase: ""Usar al Nuevo Mundo para reestablecer el equilibrio en el Viejo" ,saboreando un té imperial, en su despacho londinense, mientras leía los comentarios de la prensa que hablaba de su inmensa popularidad entre los sectores medios y populosos de la City , exclamó:
"La uña fue sacada.Hispanoamérica es libre y si nosotros no manejamos tristemente mal nuestros asuntos, ella es inglesa".
Cuarenta días después de la Batalla de Ayacucho, el gran Bernardo Monteagudo era asesinado.


El 11 de marzo de 1824, Rivadavia - presidente argentino - había firmado con los hermanos Robertson, un contrato para introducir en la provincia de Buenos Aires un grupo de familias europeas, no menos de doscientas y compuesto de seiscientas personas.
Las condiciones pactadas establecían que los colonos podían elegir sus propios magistrados, que podían formar su propia milicia y que tenían completa libertad para ejercer la religión protestante, y no era esta una libertad solamente religiosa, pues como ha demostrado brillantemente Linda Colley en su maravilloso libro "Britons, Forging The Nation 1707 - 1837" , el protestantismo determinó la manera que los Británicos aceptaban e interpretaban su vida material, como los británicos veían su política, y el fundamento sobre el cual se basaba su estado imperial, el factor unificante contra los enemigos católicos y no cristianos con quienes debían competir por el dominio del mundo.  
Comenzaba la Tercer Invasión Británica.
El 2 de Febrero de 1825 el gobierno argentino firmó con el de la Gran Bretaña el primer tratado comercial y de libertad religiosa y el 11 de agosto llegaron los escoceses de la Colonia de Monte Grande a bordo del Simmetry.
En 1845, Sarmiento en su Facundo, para probar su argumento que afirma que con un millón de hombres civilizados la guerra civil es imposible porque serían menos los que se hallarían en estado de desearla, cita el ejemplo dado por los colonos escoceses de Monte Grande:
 "La colonia escocesa que Rivadavia fundó al sur de Buenos Aires lo prueba hasta la evidencia , ha sufrido de la guerra, pero ella jamás ha tomado parte".
Tanto Alberdi como Sarmiento rechazaban la idea de tener un poder naval propio y aceptaban sumisamente el control total de los mares por parte de las fragatas inglesas pues consideraban que nuestro lugar en el mundo era el de productor de materias primas buenas y baratas para el Imperio.
San Martín - el solitario prócer que contempló durante sus últimos días el mar desde los mismos acantilados en los cuales el Gran Napoleón soñó la invasión de Gales, Escocia, Inglaterra e Irlanda - cuando fue Protector del Perú, tuvo otra opinión y tomó medidas contrarias a las de Rivadavia, Alberdi, Sarmiento, Mitre y tantos otros que negaron nuestra identidadnacional en gestación.
Así, el 24 de Noviembre de 1821, había establecido que sólo podían obtener patente de barco mercante los navíos cuyo capitán y dos terceras partes de la tripulación fueran naturales del Perú o de algunos de los estados independientes de América, y el capitán debía ser indispensablemente ciudadano peruano.
Además, como muy bien señala Guillermo Furlong en su "El General San Martín, Masón - Católico - Deísta?", en los tres primeros artículos del Estatuto Provisional del Estado Peruano, limita a su mínima expresión la posibilidad de participación de protestantes en los asuntos del nuevo estado.
En 1916 no solo había hecho declarar al congreso remolón de Tucumán - con la amenaza de su espada - , la Independencia de España, sino también de toda otra potencia extranjera.
Como ya lo hemos dicho en otras oportunidades, la mejor manera de recordar al Padre de la Patria es estudiar y explicitar su verdadero Proyecto Político y no solamente tocar una corneta frente a una estatua inmóvil.

Guillermo Compte Cathcart

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