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lunes, 25 de mayo de 2015

Sobre el 17 de Octubre de 1945

Mucho se ha escrito y mucho se escribirá sobre aquél día, el Día de la Conversión, el día durante el cual la Argentina dejó de ser lo que había sido hasta entonces para convertirse en otra existencia.
Por primera vez en su historia, muchos argentinos que estaban solos y esperaban, se encontraron los unos con los otros, cara a cara, para comprenderse y rescatarse - liberando y escuchando a su Intérprete-, gracias a la magia del Encuentro.
Esa magia que glorifica al pronombre demostrativo de la palmada en el hombro o al dedo que señala la cercanía y que expulsa el reino del artículo que todos mencionan pero que no existe en ninguna parte.
(Cuando Heidegger reprocha el olvido del Ser, se refiere, según mi entender, al cambio del pronombre demostrativo del griego clásico al artículo).
Explicitando al Ser Nacional que había estado reprimido desde el principio de los tiempos por los distintos sectores que privilegian su interés particular en desmedro del bienestar de todos, por sobre los intereses permanentes de la Patria.
En aquella jornada impar, la Plaza de Mayo sufrió una mutación.


Dejó de ser el espacio entronizado por las estampas de la historieta oficial, de la arquitectura de la no participación y el elitismo importador a-crítico de toneladas de chatarra escrita que aún hoy sigue poblando los estantes de tanta biblioteca pública y privada a lo largo y a lo ancho de nuestra tierra.
Que aún hoy sigue dándole letra a tanto imbécil que despotrica contra la vocación hegemónica del único movimiento político, social y cultural que – con todo el derecho que emana de la lucha permanente contra la injusticia, la discriminación, la proscripción y los derechos humanos con prioridades ideológicas – puede considerarse sinónimo del Espíritu Nacional.
De un espacio de tránsito para los funcionarios que piensan que gobernar al país y a la Capital Federal son una y la misma cosa, distanciados por veinte pasos timoratos, como publicitaba el tristemente célebre Líder de la Alianza , se había convertido - por los actos de un hombre - en la Plaza del Encuentro.
Perón, veintinueve años después, en 1974, en una simple frase de su Modelo Argentino, nos da la clave para comprender el por qué sigue viviendo el recuerdo de aquél día en la mente de millones de argentinos:
“Para que cada ciudadano se reconozca en el Modelo, es imprescindible que este no naufrague en abstracciones, sino que aquello que define y propone, cobre realidad en cada una de las áreas de la comunidad, pues es a través de su área de competencia que el ciudadano se inserta en su Patria y la siente como propia”.
(Es evidente que Modelo es sinónimo de Proyecto!!!!!!!)
Muchos políticos han pretendido ser Perón, pero como casi ninguno lo leyó y lo analizó, lo entendió, lo comprendió, lo predicó y lo aplicó con sus hechos...sólo pudieron mal imitar alguno de los gestos accidentales de su gesta.
Hoy, desde los patéticos cultores de la izquierda derrumbada, hasta los nuevos retoños del caduco partido nacido en el siglo XIX - que sí se dobla, se quiebra y se arrodilla - en sus variantes que fluctúan del enojo perpetuo al misticismo exagerado, repiten a diestra y siniestra las palabras Justicia Social, Independencia Económica y Soberanía Política, con la misma inautenticidad con la cual la famosa cantante pop norteamericana pretendió imitar las palabras de la eterna Evita.
Con la misma sinceridad que los integrantes de Al Qaeda recitan el Padrenuestro.
O los terroristas islámicos se hacen los "democráticos...
Como muy bien lo enseña el General, cada uno de los protagonistas de aquella auténtica revolución recuerda el evento según el lugar que en él ocupó.
Por eso, hay miles de 17 de Octubre.
Y como esos miles de testigos han relatado a lo largo de las décadas aquél milagro, hoy tenemos millones de diecisietes de octubres.
Los Mordisquitos de Discépolo, los Contreras del bombardeo o los Gorilas de Delfor, cada tanto, siguen publicando libros analizando detalles insignificantes sobre la madre de todas las movilizaciones populares en nuestro país.
Hacen debates, mesas redondas, conferencias. Atiborran las pantallas de televisión con sus poses falsamente democráticas. Algunos hacen hincapié en Reyes y el partido laborista. Otros, en la Policía Federal que no levantó los puentes.
Los cultores del reconocimiento retardado – los que siempre reconocen al peronista muerto para no reconocer al actual – sólo mencionan los esfuerzos de Evita.
Algunos bestias – inspirados en aquellos conversos amontonados que fueron expulsados de la Plaza porque cantaban que habían votado “a una muerta, a una puta y a un cornudo” – se atreven a decir que hoy, la Abanderada de los Humildes, la Vigía de la Revolución, sería piquetera.
A todos ellos – por igual – se les nota la mueca de desagrado por la persistente Lealtad de un pueblo a una causa permanente, la Causa Nacional.
El 17 de Octubre, mis padres estuvieron en la Plaza.
Yo, también estuve, pero adentro del bombo que engendraba mi madre.
Todos ellos hicieron ese día para mí, para que cuando naciera el 21 de Marzo de 1946, comenzara a ver con los ojos bien abiertos de mi infancia la Década Más Feliz de toda nuestra Historia Nacional.
Hoy, adoctrino a mis nietos, para que la Doctrina siga guiando la acción de nuestros gobernantes.
Ojalá los Hijos de Perón, emprendan la tarea de formular, enunciar, proclamar, y crear, la Verdad 21.
Así como Jesús vino a testificar un nuevo mandamiento para reanudar el vínculo con los Diez de Moisés, los actuales Militantes Justicialistas deberían asumir la responsabilidad de explicitar el mandato doctrinario del presente.
¿Crear Trabajo? ¿Crear la Universal Justicialista? ¿Crear el Consejo para el Proyecto Nacional para eliminar los vicios de la representación popular exclusivamente reservada a las viejas estructuras partidarias pre-peronistas? ¿Redefinir el concepto de Organización Sindical al calor del nuevo concepto del trabajo en un mundo sometido por una globalización injusta? ¿Escuchar las Voces del Pueblo antes que las encuestas de los Brujos?
Sería apasionante esperar la reunión del Congreso Nacional Justicialista – cada año, cada dos, cada cinco – para anunciar una Nueva Verdad.
Y lo sería más si cada uno de los elegidos con el nombre de Perón, asumiera el compromiso de hacerla cumplir más allá del juramento de práctica ante las cámaras de televisión y la Biblia.
Porque siempre, cuando se llega al Gobierno con el Nombre de Perón, llega Perón al Gobierno.
Porque sino, como dice la promesa de la Justicia de los Ojos Abiertos, la de la Retribución: “tronará el escarmiento”.

Guillermo Compte Cathcart

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