Ni Mel Gibson ni los integrantes del equipo que participaron
en La Pasión serán perdonados por la gran mayoría de los integrantes de la
corporación cinematográfica global.
Y no lo serán por haber puesto la técnica y
su arte al servicio de su Fe.
Los católicos de todo el mundo hemos captado el
mensaje y acompañamos en silencio la exhibición de una película que será vista
generación tras generación para recordar el calvario de Nuestro Señor.
El filme
es un excelente instrumento al servicio de la catequesis y pese a las absurdas
restricciones que impiden a los niños verlo, nuestros hijos la verán
repetidamente a lo largo de sus vidas para recordar el Mensaje de los
Mensajes.
Es tan evidente la persecución religiosa de la cual estamos siendo
objeto que la mejor prueba de ella es el absurdo de negar a los que sí pueden
recibir en las Iglesias la preparación para recibir su Primera Comunión no
puedan ver aquello que les es dicho Palabra por Palabra en unas imágenes
maravillosas, esclavas de ese mismo Verbo.
Resulta insólito que para recordar la
crucifixión algunos canales de televisión de nuestro país emitan películas
sobre reyes judíos del Antiguo Testamento.
Cristo -interpretado magistralmente
por un actor que seguramente nunca volverá a tener un papel protagónico en la industria
dominada por tal racismo inhumano e hipócrita- le dice a su madre que está
cambiando al mundo, caído bajo el peso de su cruz en una callejuela sin
importancia de la Jerusalén dominada por la brutalidad romana.
Es lamentable
corroborar cómo los cipayos locales siempre sacrifican a los justos para
mantener sus privilegios de casta.
Los sacerdotes judíos no respetaron ni a su
pueblo ni a sus textos sagrados cuando crucificaron a Jesús.
Los miles de
jóvenes y adultos que durante el transcurso de cada Viernes Santo representen a
lo largo y a lo ancho de la Tierra, el Vía Crucis seguramente se habrán
inspirado en la película del Corazón Valiente que supo ser Guerrero del
Camino.
¿Que la película es muy sangrienta?
Lo es, sin ninguna duda. No se trata
de una fiesta de primavera, ni de un desembarco en Normandía, ni en la
ejecución bestial de millones de inocentes, ni de un pianista que para
sobrevivir se esconde en cuanta cueva encuentra, se trata de la tortura y de la
muerte del Inocente que llega para redimir los pecados de quienes se olvidaron
de Dios, de quienes creyeron ser el Pueblo Elegido para provecho propio y no
para transformar al Universo convirtiéndolo en un reflejo más parecido a aquél
Paraíso Perdido que la soberbia humana hizo perder.
Se trata del asesinato
salvaje de Aquél que llegó para enseñarnos un Nuevo Mandamiento: Que amemos a
los Otros como nos amamos a nosotros mismos.
¿Que quienes produjeron el filme
han ganado mucho dinero?
Sin lugar a dudas y gracias a todos los santos que
ello fue posible, a pesar de la parafernalia que trató de impedir que las
grandes masas cristianas acudieran a verla.
No recuerdo haber oído algo
semejante cuando se exhibían otras películas denunciando otros crímenes de lesa
humanidad. Cuando las vi tuve que pagar religiosamente mi entrada. Ver La
Pasión de Mel Gibson es un Acto de Fe.
Los católicos no necesitamos que gentes
de otras religiones nos enseñen el Mensaje de Jesús. Ya lo sabemos. Y, con la
seguridad de la protección de nuestra Iglesia sabemos que el director no dejará
de filmar a pesar de las grandes dificultades que deberá sortear por haberse
animado a rescatar al Santo Sepulcro de los infieles que hasta ahora sólo
hicieron cristos de cartón y mejillas rosadas.
Espero que con el tiempo y con
la ayuda del Espíritu Santo el hobbit que se crió en Australia nos haga
disfrutar otra aventura maravillosa. Si me es dado elegir tema, propondría una
saga que el séptimo arte aún le debe a la cristiandad: Las Cruzadas.
Guillermo Compte Cathcart
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