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viernes, 22 de mayo de 2015

Napoleón en la Colonia Escocesa de Monte Grande (1825)


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Es muy difícil escribir la historia de esta “colonia perdida”. 
Ojalá alguien pudiera reunir los testimonios de los miles de descendientes de aquellos escoceses que desembarcaron el 11 de Agosto de 1825 en el puerto de Buenos Aires.
Una empresa digna de Odiseo, porque muchos tienen vergüenza de sus antepasados, quienes vinieron como “sirvientes” en esa verdadera “Tercera Invasión Británica” – ya explicaré sus alcances en otras notas – , que fracasó como las dos anteriores y que nuestros libros de historia “oficiales” llaman – equivocadamente - “inglesas”.
Gracias al Acta de Unión de James VI de Escocia - quien también fue James I de Inglaterra - desde 1703, Escocia, Gales e Inglaterra eran el Reino Unido de Gran Bretaña.
Su bandera la "Union Jack" resulta de la superposición de las banderas de San Andrés, San Jorge y San Patricio, santos patronos de Escocia, Inglaterra e Irlanda, respectivamente.
En el libro de Andrew Graham-Yooll Ocupación y Reconquista 1806-1807 . A 200 años de
las Invasiones Inglesas (él también incurre en el mismo "error") el relator de un diario imperdible, el Teniente Coronel Lancellot Holland, dirige a Lord Cathcart una reseña detallada de las acciones militares. Este "Lord Cathcart" era primo de James, mi tatarabuelo llegado en el Simmetry.


Ojalá mis notas sirvan como un incentivo para que otros amigos - ¿primos? - se animen a compartir recuerdos, preguntas e investigaciones.
La primera mujer en recibirse de médico en nuestro país, dice al respecto: “En 1910 deseaba publicar, en homenaje al Centenario de nuestra Independencia, una reseña como la que ahora hago; pues el libro de Dodds ( se refiere a James Dodds Records of the Scottish Settlers in the River Plate, etc. 1878) había casi desaparecido, debido a los prejuicios de muchos de los descendientes de aquellos esforzados “pioneers” que habiendo alcanzado una encumbrada posición social, tienen la debilidad de no querer que se mencione la humilde posición que ocuparon sus antecesores en la Colonia de Monte Grande, pues el autor daba francamente los datos tal cual están anotados en el Consulado Británico” (1).
En la lista del barco “Symmetry” figuran 102 personas declarando su profesión. Cincuenta de ellas eran “servant”(2).
A los británicos nunca les gustó sacar los trapitos al sol.
Thistlethwaite – quien marca rumbos en los nuevos estudios sobre la migración – conjetura que para los historiadores ingleses “la emigración parece ser un tema embarazoso, mejor ignorarlo” (3). Es decir, que la negación de la llegada de los colonos como “sirvientes” no sólo debemos imputársela a sus descendientes sino a toda una cultura que se empecina a no reconocer en su justa medida la realidad, con sus aspectos positivos y negativos.
El número de residentes británicos en Latinoamérica no es insignificante pero no ha sido notado por los investigadores británicos, quienes no quieren reconocer – tal vez lo consideren una mancha para el Imperio – “la gran cantidad de gente que ha enviado a todos los rincones de la tierra una pequeña isla, dispersión global nunca vista en la historia” (4). En otra oportunidad me referiré al orígen social de los inmigrantes.
Mi tatarabuelo, James Cathcart, uno de los colonos, trajo un juego de porcelana decorada porque venía a casarse con Hannah MacDougal (se casaron el 28/8/1825, a 17 días de su llegada).
Cuando William – su hijo, mi bisabuelo y fundador del The Buenos Aires Herald – se casó con Emily Lookup, recibió parte de la vajilla de regalo. Cuando Emily - su hija y mi abuela - se casó con Luis Serviliano Compte, recibió uno de los platos.
Mi abuela Emily Cathcart – antes de morir el 31 de Diciembre de 1944 - le regaló a mi madre ese plato decorado (Mis padres se habían casado el 24 de Diciembre y tuvieron que regresar de su Luna de Miel en Mar del Plata para compartir sus últimas horas).
Mi abuela no se lo había regalado una semana antes para evitar el fastidio de discutir con sus otras dos nueras, quienes siempre lo quisieron. Emily ya había decidido dárselo a la esposa de su “baby”, es decir, mi viejo Luis Guillermo.
Como se estaba muriendo, su última voluntad no podía ser discutida ni siquiera señalada como una descortesía.
Una actitud regia como su estirpe. (Su tío abuelo era David Cathcart, Lord Alloway y su bisabuela, Agnes Fegusson, hermana, sobrina y tía de grandes representantes del Scottish Enlightenment)
El plato vigiló mi infancia desde un soporte de madera en forma de “L” colocado en el mejor mueble del comedor.  En las Nochebuenas mi vieja servía en él la comida más importante.
Un día, agarrándome a trompadas con mi primo Ricardo – de nuestro famoso abuelo “Corazón de León” sólo tenía el nombre – lo hicimos memoria.
El plato tenía grabados que recordaban la victoria de Waterloo y al odiado Napoleón, quien – para el enojo de mis tíos y tías y la burla de mis primos - era mi héroe indiscutido.
Hace unos años presenté en mi programa “Radio Gutenberg” al director del Museo de Esteban Echeverría,  quien comentó que en unas excavaciones que estaban haciendo en una casa del distrito – en la cual vivieron descendientes de los colonos -  encontraron en un pozo de basura trozos de porcelana con los mismos grabados.
En su The Voyage of the Symmetry , William Grierson – el abuelo de Cecilia – relata el nacimiento de una niña a bordo “el pasajero 212” (su nieta habla de 220 colonos), que brindaron una copa extra – los británicos son fieles bebedores de “una copa más” - y que fue en el aniversario de Waterloo (18 de Junio de 1815) (5).
Es decir, que en la mente, los corazones y en la porcelana de los escoceses de la Colonia de Monte Grande estaba permanentemente presente su identidad británica.
Fue tan importante Waterloo,  que Linda Colley eligió como tapa para su extraordinario libro Britons. Forging the Nation 1707-1837 Vintage, London 1996, la pintura de Sir David Wilkie Chelsea Pensioners Reading the Gazette of the Battle of Waterloo (1822).
Fig3Chels
Fue tan importante Waterloo que uno de los primeros actos de la Reina Victoria fue confirmar a Wilkie como Pintor Principal de la Corona. Cuando este cuadro fue exhibido por primera vez en la Real Academia en 1822, miles de hombres y mujeres hacían colas de días para observarlo, porque al hacerlo estaban viendo la síntesis de su Imperio, magníficamente sintetizada por el pintor escocés: tabernas, corredores de bolsa, gaiteros, galeses, escoceses, irlandeses, veteranos de las guerras contra Francia y los rebeldes norteamericanos, razas llegadas desde los confines del mundo...Londres era Roma renacida.
Era lógico que Napoleón estuviera en la mesa cotidiana de los colonos de Monte Grande, quienes siempre creyeron en el viejo dicho que me enseñó mi padre y mi abuela le inculcó desde la cuna: “Un pollo Leghorn es un pollo Leghorn en todas partes”.
Guillermo Compte Cathcart
(1)     Cecilia Grierson Primera y única Colonia Formada por Escoceses en La Argentina. Colonia de Monte Grande. Provincia de Buenos Aires Peuser, Bs. As. 1925 p. 8.
(2)     Iain A. D. Stewart From Caledonia to the Pampas. Two accounts by early scottish emigrants to The ArgentineTuckwell Press, Scotland, 2000 pp. 20 – 23.
(3)     Frank Thistlethwaite Migration from Europe Overseas p. 21 Ensayo presentado en la Conferencia de Historiadores de Estocolmo en 1960.
(4)     Economist magazine December 26, 1992 – January 8, 1993, p. 34.
(5)     Iain A. D. Stewart Ob Cit p. 53

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