Imaginemos que un astrónomo amigo nos invita a explorar el cielo con un formidable telescopio.
Junto a él, observamos una terrible explosión en un planeta cercano.
Días después, una lluvia de meteoritos horada nuestro país.
Comienza la invasión alienígena.
Si reemplazamos algunas palabras, tenemos una acabada descripción de lo que significa para muchos ciudadanos y funcionarios, la inmigración.
Las terribles máquinas de guerra marcianas de H. G. Wells, ya no son trípodes inmunes al fuego terráqueo, ahora solo son personas con los dos brazos en alto ofreciendo trabajo por un salario menor.
Los virus que en la inolvidable narración, producían el extermino de los invasores, se han convertido hoy en cultemas que resisten a los provenientes de otras culturas.
Esta Guerra de los Cultemas transforma a ambos bandos.
Quienes hayan visto la excepcional película del gran director Martin Scorsese, "Pandillas de Nueva York", recordarán como el multiculturalismo incipiente de las "cinco esquinas" tuvo que ser "normalizado" por los cañonazos de "la Unión".
Ni los "irlandeses" ni "los nativos" pudieron ejercer la supremacía sectorial.
Fue el Estado quien determinó el rumbo a seguir.
Los enfrentamientos debieron ser enterrados en un paraje olvidado en un rincón del ríomar.
Hoy, países que han nutrido sus raíces por el aporte de diferentes culturas, como el Reino Unido de Gran Bretaña, imponen cercos de hierro a la llegada de otros cultemas.
España e Italia, como Estados Unidos, tratan de impedir por todos los medios la llegada de "nuevos actores" en sus dramas cotidianos.
En Argentina es moneda corriente escuchar "acá viene cualquiera y usa nuestros hospitales y labura por menos guita".
La explosión en Marte, de Wells, son las crisis económicas, políticas y sociales que padecen otros países y que obligan a sus habitantes a emigrar buscando nuevos horizontes.
Los brutales cambios climáticos de hace miles de años empujaron a un grupo de actuales africanos a poblar Europa y el resto del mundo.
Hoy, las barcazas inestables que se hunden en el Mediterráneo, relatan el mismo drama.
Antes, fueron las armas del clima quienes hostigaban a los recién llegados.
Hoy, la violencia la ejercen otros seres humanos, renegados de su orígen genético, que no quieren compartir los logros de sus culturas.
Guillermo Compte Cathcart
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